Omar Yujra Santos | Economía Ascendente
Bolivia 12/09/2019.- Luego de las elecciones la espiral hiperinflacionaria se disparó a 3.079% y una devaluación del 4.771%, hubo reclamos de comida, saqueos y desde luego movilizaciones sindicales, son algunas de las características de la crisis económica de Argentina en 1989.
En el gobierno de Menem que se caracterizó por la implementación de las recetas del Consenso de Washington, época de apogeo neoliberal, el desempleo creció del 6% en esa gestión a 22% en 2002 y la inflación promedio estaba en el orden del 69,7%, en un marco de protestas de desocupados que bloqueaban rutas y puentes llamados “piqueteros”, a esto se sumaron circuitos informales de trueque ante la carencia de dinero en cerca de 2 millones de personas, además de comedores y asambleas populares.
Tras una década de paridad cambiaria (un peso argentino era igual a un dólar) por el temor a la inflación, establecida a través de la Ley de Convertibilidad de 1991, el Gobierno decidió devaluar la moneda al tiempo que los ahorros bancarios se mantenían congelados. Esto es lo que se conoció como el "corralito", que impedía la devolución de ahorros y la fuga de capitales.
Entre las políticas de ajuste, se aplicó una disminución del 13% en el salario de los empleados públicos y las pensiones para contrarrestar el déficit fiscal, lo que más tarde desembocó en un estallido social con los llamados “cacerolazos”.
No se puede olvidar que en la década de los 90 también se produjeron una serie de problemas financieros, en varios países del mundo que coloquialmente se denominaron efectos Tequila (México), Vodka (Rusia), Samba (Brasil) y Tango (Argentina), principalmente ocasionados por la devaluación de sus monedas.
Luego del 2002 estas reacciones sociales se fueron disipando durante los gobiernos de los Kirchner, hasta el ingreso al gobierno de Mauricio Macri.
Entre 2016 y 2019, Argentina presentó una disminución considerable de su crecimiento, entrando en recesión económica (tasas negativas de crecimiento consecutivas), de un 2,7% en 2015 a -2,5% en 2018 y al primer trimestre de este año de -5,8%, esto acompañado de una alta inflación prevista mayor al 40%, devaluaciones (cerca de 60 pesos por cada dólar) y mayor deuda que pasó del 50% al 85% del PIB en los últimos cuatro años, además que el desempleo llegó al 10,1% y la pobreza se incrementó a 27%.
Estos resultados negativos se dieron por la implementación de medidas poco acertadas, que provienen, precisamente de la receta ortodoxa del neoliberalismo.
Ante una lectura mal hecha de la economía argentina disminuyeron el gasto, principalmente el social, incrementaron las tarifas de los servicios básicos, esto generó un estrangulamiento a la demanda agregada y una disminución de la producción, que a su vez gestó una espiral inflacionaria acompañada de una gran devaluación. Un retroceso en indicadores sociales y un incremento de la deuda, lo que permitido que ese país entre en default técnico (que el país no puede pagar su deuda).
En concreto, la crisis económica y social que hoy vive Argentina no es nueva, porque en su historia reciente se repitió varias veces, aunque fueron en distintos momentos y con diferentes presidentes, tuvieron y tienen un común denominador: políticas de corte neoliberal.
En el gobierno de Menem que se caracterizó por la implementación de las recetas del Consenso de Washington, época de apogeo neoliberal, el desempleo creció del 6% en esa gestión a 22% en 2002 y la inflación promedio estaba en el orden del 69,7%, en un marco de protestas de desocupados que bloqueaban rutas y puentes llamados “piqueteros”, a esto se sumaron circuitos informales de trueque ante la carencia de dinero en cerca de 2 millones de personas, además de comedores y asambleas populares.
Tras una década de paridad cambiaria (un peso argentino era igual a un dólar) por el temor a la inflación, establecida a través de la Ley de Convertibilidad de 1991, el Gobierno decidió devaluar la moneda al tiempo que los ahorros bancarios se mantenían congelados. Esto es lo que se conoció como el "corralito", que impedía la devolución de ahorros y la fuga de capitales.
Entre las políticas de ajuste, se aplicó una disminución del 13% en el salario de los empleados públicos y las pensiones para contrarrestar el déficit fiscal, lo que más tarde desembocó en un estallido social con los llamados “cacerolazos”.
No se puede olvidar que en la década de los 90 también se produjeron una serie de problemas financieros, en varios países del mundo que coloquialmente se denominaron efectos Tequila (México), Vodka (Rusia), Samba (Brasil) y Tango (Argentina), principalmente ocasionados por la devaluación de sus monedas.
Luego del 2002 estas reacciones sociales se fueron disipando durante los gobiernos de los Kirchner, hasta el ingreso al gobierno de Mauricio Macri.
Entre 2016 y 2019, Argentina presentó una disminución considerable de su crecimiento, entrando en recesión económica (tasas negativas de crecimiento consecutivas), de un 2,7% en 2015 a -2,5% en 2018 y al primer trimestre de este año de -5,8%, esto acompañado de una alta inflación prevista mayor al 40%, devaluaciones (cerca de 60 pesos por cada dólar) y mayor deuda que pasó del 50% al 85% del PIB en los últimos cuatro años, además que el desempleo llegó al 10,1% y la pobreza se incrementó a 27%.
Estos resultados negativos se dieron por la implementación de medidas poco acertadas, que provienen, precisamente de la receta ortodoxa del neoliberalismo.
Ante una lectura mal hecha de la economía argentina disminuyeron el gasto, principalmente el social, incrementaron las tarifas de los servicios básicos, esto generó un estrangulamiento a la demanda agregada y una disminución de la producción, que a su vez gestó una espiral inflacionaria acompañada de una gran devaluación. Un retroceso en indicadores sociales y un incremento de la deuda, lo que permitido que ese país entre en default técnico (que el país no puede pagar su deuda).
En concreto, la crisis económica y social que hoy vive Argentina no es nueva, porque en su historia reciente se repitió varias veces, aunque fueron en distintos momentos y con diferentes presidentes, tuvieron y tienen un común denominador: políticas de corte neoliberal.
EA
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