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jueves, 19 de septiembre de 2019

Como un buen padre de familia



   Charls Arnold Ticona Rojas | Economía Ascendente

Una de las tareas más arduas para un padre de familia es la administración del hogar, lo mismo que para un gobierno es la administración de las Finanzas Públicas: hay que considerar los ingresos que se percibe (en el caso del hogar el salario del papá y la mamá o de uno de ellos), luego se debe distribuir los recursos de tal manera que se pueda satisfacer las necesidades de cada integrante de la familia.
Ahora bien, si un padre de familia recibiera un incremento significativo de sus ingresos, no solo tendría la posibilidad de destinar recursos para atender sus gastos más recurrentes (pago de luz, agua, telefonía, etc.) sino también tendría un excedente para invertir en un negocio “propio” que genere mayores ingresos.
Hace más de una década, producto de la Nacionalización, Bolivia logró aumentar sus ingresos fiscales, permitiendo al Gobierno no solo satisfacer las necesidades de la población, sino también generar un nivel de ahorro financiero considerable, con el consecutivo aumento de las Reservas Internacionales, permitiendo dar un giro al enfoque fiscal, y cambiar  la orientación del uso de los ingresos monetarios. Es así que el Gobierno tomó la decisión de invertir los recursos en “áreas estratégicas”,  generando réditos para la economía y devolviendo la esperanza a los bolivianos: podríamos salir de la pobreza por nuestros propios medios.
Actualmente la economía boliviana avanza en inversiones en sectores importantes y realiza proyectos significativos como los Centros de Medicina Nuclear, la construcción de hospitales de tercer y cuarto nivel, la vertebración carretero del país, la construcción de teleféricos o el tren Metropolitano, entre otros; así como la creación de empresas estratégicas entre las que destacan Empresa Nacional de Electricidad, la Empresa de Boliviana de Alimentos, Empresa de Cemento de Bolivia, etc.
Esto ha ocasionado desajustes en el resultado fiscal de las finanzas públicas; pero no hay de qué preocuparse (fueron pensadas y calibradas con anterioridad en el Plan de Desarrollo Económico Social 2016 – 2020). Se trata de un déficit fiscal explicado por los agresivos niveles de inversión de los últimos años, los que a su vez generaran, a su debido tiempo, retornos para el país. Por tanto, este tipo de déficit es totalmente diferente a los registros de la década de los 90s cuando los recursos eran destinados para gasto corriente, gastos que no beneficiaban al conjunto de la población, ya que no había retornos posteriores.
Esta es la decisión que, como padre de familia, llevo al gobierno a actuar sobre los niveles de inversión (motor del crecimiento sostenido de la economía Boliviana desde 2006) a tono con una política fiscal contra-cíclica, contrarrestando el difícil ciclo económico internacional, y por el cual nos diferenciamos de países como Argentina y Brasil que siguen bajo el influjo del neoliberalismo y se ven obligados a realizar recortes drásticos en sus gasto, buscando únicamente el equilibrio entre sus cuentas de ingresos y gastos, donde los más perjudicados son su población más vulnerable.

EA

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