Por: Marcelo Laura G.
Todos los enfoques institucionalistas parten de una premisa básica: las instituciones importan. Importan particularmente en sentido de que las configuraciones institucionales tienen un impacto en los resultados políticos, y más aún en los resultados económicos de un país donde la concatenación de fuerzas puede definir la orientación política y económica durante varias décadas.
A meses de una nueva jornada electoral en la cual las actuales estructuras partidarias medirán su capacidad de convocatoria para intentar llegar al Palacio de Gobierno, al poder, no es de extrañarnos que la propaganda mediática política se pinte con eslóganes pomposos con términos de renovación, esperanza, reconstrucción y otros tantos sinónimos con mayor o menor desacierto, cuando lo realmente importante es la oferta de propuestas claras lejos de los pilares o lineamientos que pretenden vender a los electores.
En ese escenario se cae en el clásico error de intentar desmontar el actual aparato institucional por uno totalmente diferente, sin importar la eficacia o eficiencia con la que actualmente se cuente; el propósito básico es reformarlo todo porque lo que se ha hecho hasta ahora no sirve y prácticamente no funciona. Esta visión muy cortoplacista olvida que la historia de una nación es el resultado del desarrollo de sus instituciones y viceversa, lo cual no significa que libremente se propugne dar borrón y cuenta nueva cada periodo gubernativo.
¿Pero qué entendemos por instituciones? Para el economista e historiador estadounidense Douglass North, las instituciones son las reglas de juego en una sociedad que dan forma a la interacción humana, sea política, social o económica. Por esto, las instituciones poseen la capacidad de moldear las preferencias de las personas, y al hacer esto, estructuran las situaciones políticas y dejan su propia huella en los resultados políticos.
En este contexto, pareciera que las propuestas políticas que actualmente rondan los diferentes medios de comunicación adolecen de una característica básica: “pragmatismo”, pragmatismo entendido como el aterrizaje en propuestas políticas concretas a sucesos existentes actualmente, con las que claramente se pretende un cambio institucional; por ejemplo, la justicia, en las últimas semanas y meses se ha evidenciado que ésta no ha evolucionado ni se ha adaptado al cambio técnico, político y social, pese a las reformas que intentaron llevarse adelante. Así, una propuesta seria debiera encaminarse en postular una solución clara y a su vez realizable, un modelo institucional de justicia que imponga restricciones al interés personal y de cualquier fuerza política vigente.
Por ello, y hoy más que nunca, es necesario estructurar una agenda política con una fuerte visión institucional en la que prevalezca el cambio institucional necesario, que garantice la vigencia de derechos constitucionales de toda la población, se disminuyan los costos de transacción en la actividad productiva y se promueva el desarrollo interno. Y debemos olvidarnos de una elección que supedite el caudillaje, política centrada en la persona, que relega a un papel periférico el programa de gobierno.
A meses de una nueva jornada electoral en la cual las actuales estructuras partidarias medirán su capacidad de convocatoria para intentar llegar al Palacio de Gobierno, al poder, no es de extrañarnos que la propaganda mediática política se pinte con eslóganes pomposos con términos de renovación, esperanza, reconstrucción y otros tantos sinónimos con mayor o menor desacierto, cuando lo realmente importante es la oferta de propuestas claras lejos de los pilares o lineamientos que pretenden vender a los electores.
En ese escenario se cae en el clásico error de intentar desmontar el actual aparato institucional por uno totalmente diferente, sin importar la eficacia o eficiencia con la que actualmente se cuente; el propósito básico es reformarlo todo porque lo que se ha hecho hasta ahora no sirve y prácticamente no funciona. Esta visión muy cortoplacista olvida que la historia de una nación es el resultado del desarrollo de sus instituciones y viceversa, lo cual no significa que libremente se propugne dar borrón y cuenta nueva cada periodo gubernativo.
¿Pero qué entendemos por instituciones? Para el economista e historiador estadounidense Douglass North, las instituciones son las reglas de juego en una sociedad que dan forma a la interacción humana, sea política, social o económica. Por esto, las instituciones poseen la capacidad de moldear las preferencias de las personas, y al hacer esto, estructuran las situaciones políticas y dejan su propia huella en los resultados políticos.
En este contexto, pareciera que las propuestas políticas que actualmente rondan los diferentes medios de comunicación adolecen de una característica básica: “pragmatismo”, pragmatismo entendido como el aterrizaje en propuestas políticas concretas a sucesos existentes actualmente, con las que claramente se pretende un cambio institucional; por ejemplo, la justicia, en las últimas semanas y meses se ha evidenciado que ésta no ha evolucionado ni se ha adaptado al cambio técnico, político y social, pese a las reformas que intentaron llevarse adelante. Así, una propuesta seria debiera encaminarse en postular una solución clara y a su vez realizable, un modelo institucional de justicia que imponga restricciones al interés personal y de cualquier fuerza política vigente.
Por ello, y hoy más que nunca, es necesario estructurar una agenda política con una fuerte visión institucional en la que prevalezca el cambio institucional necesario, que garantice la vigencia de derechos constitucionales de toda la población, se disminuyan los costos de transacción en la actividad productiva y se promueva el desarrollo interno. Y debemos olvidarnos de una elección que supedite el caudillaje, política centrada en la persona, que relega a un papel periférico el programa de gobierno.
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