Por: Patricia V. Valencia Azurduy
Enrique Flores (nombre ficticio del personaje) un modesto comerciante y artesano de la zona de la Uyustus que se dedicaba a la confección de zapatos para dama veía pasar el día a día sin un futuro promisorio agobiado por sus deudas y la falta de clientela.
Este noble oficio lo había heredado de su difunto padre Don Jacinto Flores que había tenido que aprender el arte de la zapatería de un sopetón, luego que él y miles de trabajadores fueran despedidos de las minas, 15 años atrás bajo el anuncio de una relocalización de trabajadores.
Enrique Flores (nombre ficticio del personaje) un modesto comerciante y artesano de la zona de la Uyustus que se dedicaba a la confección de zapatos para dama veía pasar el día a día sin un futuro promisorio agobiado por sus deudas y la falta de clientela.
Este noble oficio lo había heredado de su difunto padre Don Jacinto Flores que había tenido que aprender el arte de la zapatería de un sopetón, luego que él y miles de trabajadores fueran despedidos de las minas, 15 años atrás bajo el anuncio de una relocalización de trabajadores.