Allá por el año 2007, se daban los primeros indicios del posible estallido de una burbuja financiera especulativa en Estados Unidos (que finalmente estalló en el segundo semestre de 2008) ligada al mercado de crédito hipotecario subprime (mercado de alto riesgo crediticio debido a que los prestatarios tenían una baja capacidad de pago, no contaban con información confiable ni verificable sobre su actividad económica y no tenían un buen historial crediticio).
A este segmento se le posibilitó el acceso a la vivienda a cambio de pagar tasas de interés comparativamente más altas. Las consecuencias dramáticas de esta situación se explican por la desaforada política de desregulación llevada a cabo por los adalides del libre mercado. Como los controles del sistema financiero habían sido brutalmente reducidos, muchos bancos invirtieron excesivamente en el mercado de hipotecas, más allá de lo razonable y lo prudente.
A este segmento se le posibilitó el acceso a la vivienda a cambio de pagar tasas de interés comparativamente más altas. Las consecuencias dramáticas de esta situación se explican por la desaforada política de desregulación llevada a cabo por los adalides del libre mercado. Como los controles del sistema financiero habían sido brutalmente reducidos, muchos bancos invirtieron excesivamente en el mercado de hipotecas, más allá de lo razonable y lo prudente.
El inicio del año 2009 estuvo caracterizado por la acentuación de la crisis económica, la cual se caracterizó por la caída de los mercados financieros, la volatilidad de los mercados cambiarios, la paralización del crédito, la fuerte contracción del comercio internacional, la caída de los precios de los commodities y el significativo aumento del desempleo.
En el caso de la economía boliviana, la crisis global tuvo menores efectos ya que las respuestas de política fueron adecuadas y la economía contaba con buenas condiciones iniciales: crecimiento económico con alta participación de la demanda interna (3,4% en 2009), sistema financiero sólido, cuentas fiscales y externas positivas, respaldo suficiente para sostener los sistemas de pagos interno y externo, entre otras. Sin embargo, tuvo repercusiones positivas sobre el comportamiento de la inflación e impactos moderados sobre las cuentas externas.
Durante 2011, la crisis griega provocó preocupación (y lo sigue haciendo) en la Unión Europea debido a los riesgos de propagación y contagio, especialmente en las economías más débiles de aquel continente. Asimismo, ha planteado cuestionamientos sobre la viabilidad de algunos países de continuar formando parte de la Zona Euro debido a las asimetrías en las características económicas de los países que la componen, especialmente en lo que se refiere a la disciplina fiscal, necesaria para ser coincidente con una moneda común.
Revisando las proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el crecimiento mundial se moderará alrededor del 4% hasta fines de 2012, en comparación con el 5,1% en 2010. El PIB real de las economías avanzadas crecería a un ritmo anémico de alrededor de 1,4% en 2011 y 2,2% en 2012, sin embargo, esto supone que las autoridades europeas contendrán la crisis de la Zona del Euro, que las autoridades estadounidenses encontrarán un equilibrio prudente entre el respaldo de la economía y la consolidación fiscal a mediano plazo, y que la volatilidad de los mercados financieros mundiales no recrudecerá. En cambio, las perspectivas de crecimiento de las economías emergentes y en desarrollo serían del 6,4% para 2012, variando según el caso: China 9,1%, India 7,5%, Brasil 3,8%, Rusia 3,6%, México 3,2%, entre otras.
Los principales canales de transmisión por los cuales la crisis internacional afectaría a Bolivia son de carácter real y están asociados con la contracción de la demanda externa, la caída de los precios internacionales de productos básicos y el flujo de remesas. En cambio, los canales relacionados con los flujos financieros no son significativos, debido a los escasos vínculos entre el sistema financiero nacional con el internacional. A pesar de ello, para esta gestión, el Presupuesto General del Estado prevé una tasa de crecimiento económico del 5,5%, una inversión pública de 3.252,5 millones de dólares (históricamente la más alta hasta ahora) para proyectos productivos, de infraestructura sociales y multisectoriales. Por otra parte, se dará continuidad a las medidas de distribución del ingreso mediante la política del gasto social, como el pago de los bonos Juancito Pinto y Juana Azurduy, además de la Renta Dignidad.
No existe economía en el mundo que pueda aislarse de los impactos de la crisis mundial. Sin embargo, lo importante radica en la capacidad de respuesta de los países. La previsible recesión global encontrará a una Bolivia fuerte desde el punto de vista económico. Esto permitirá que una vez más la población no sienta los efectos de la crisis como pasó en 2009. Virtud que corresponde a la sabia decisión de haber abandonado la senda neoliberal.
(*) Econimista
Publicado en El Cambio el 20/01/2012.
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