Por: Jaime Durán Chuquimia
En 2011 la economía boliviana tuvo un excelente desempeño pese a un entorno internacional que no fue favorable. En efecto, mientras que en Europa y Estados Unidos la crisis recrudece el nuevo modelo económico boliviano muestra que las previsiones adoptadas en años anteriores han permitido contar con un aparato productivo fuerte que es capaz de resistir los embates de la crisis mundial.
Se estima que la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2011 fue de 5%. Entre 2006 y 2010 la tasa promedio fue de 4,6%, mientras que entre 2001 y 2005 llegó a 3,1%. Esta es la forma más adecuada de comparar promedios. Usar un año para compararlo con la media (como hace el IBCE en una declaración reciente) no es el camino más aconsejable.
Crecimiento que se explica fundamentalmente por la inversión pública, que ha tenido un papel creciente. Mientras que antes de 2005 la misma rara vez pasaba de USD600MM, en 2011 se programo que sea de USD2.596MM o sea casi 5 veces más grande que el promedio histórico. La dinamización generada por el Estado ha permitido impulsar al sector privado. Los datos de inversión extranjera directa (IED) muestran que al tercer trimestre de 2011 se alcanzó a USD501MM que es 5% más grande que la obtenida en similar periodo de 2010.
La tasa de inflación está adecuadamente controlada. A noviembre de 2011 la misma llegó a 6,38% por lo que es previsible que para fin de año no supere el 7%. Esto contrasta de sobremanera con algunas previsiones que preveían que para fin de año llegue a 15% o 20%. Aspecto resaltable frente a un entorno caracterizado por incrementos sustanciales de precios internacionales de alimentos (acompañada de especulación a principios de año).
Como en los últimos cinco años, el país nuevamente presentará superávits gemelos. El balance en la cuenta corriente de la balanza de pagos (diferencia entre exportaciones e importaciones) alcanza a 5% del PIB. Para el caso del sector público no financiero se estima que se finalizará el año con un superávit fiscal del 2,6%. Es probable que el balance del Tesoro General de la Nación (TGN) sea negativo pero muy cercano al equilibrio.
La economía boliviana ha logrado un círculo virtuoso. A diferencia de lo que alguna gente cree las finanzas públicas no dependen en gran medida de los ingresos por exportaciones. El aporte del Impuesto Directo a los Hidrocarburos al Tesoro General de la Nación (TGN) equivale a 6% de los recursos que usa, el 69% proviene de renta interna. Por tanto, un eventual descenso del precio del petróleo (sobre el cual se calcula el del gas) no afectaría de sobremanera al balance fiscal.
Al respecto un conocido economista se ha dado a la tarea de establecer una diferencia entre el “maquillaje” macroeconómico y la “tomografía” del aparato productivo. Según su curiosa hipótesis Bolivia puede estar bien por fuera, pero internamente presenta un cáncer que tarde o temprano destruirá la buena salud económica.
Así aún cuando se registren buenos indicadores económicos como un robusto crecimiento económico, superávits gemelos, bajo desempleo y reducción de la pobreza; por dentro existirían problemas de baja productividad, informalidad del empleo, precariedad de los ingresos fiscales y un largo etcétera cuyo fin no es otro que demostrar que aunque aparentemente nos va muy bien, en realidad, nos va muy mal.
Los indicadores macroeconómicos son agregados del desempeño microeconómico. Es poco probable que una economía con buen desempeño macro tenga en su interior a empresas y hogares al borde de la ruina. Lo otro equivale a pensar que en medio de la crisis europea o norteamericana a los hogares les va muy bien.
Lo que parece confundir a este tipo de análisis son los problemas estructurales. Estos tienen larga data y no se solucionan en 6 años de gobierno. Es cierto que persiste la informalidad y la precariedad del empleo (aunque ampliamente reducidos), sin embargo, se coincidirá en que sin una macroeconomía sólida es, prácticamente, imposible combatir estos males.
(*) Economista
Publicado en La Razón el 08/01/2012.
Se estima que la tasa de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) en 2011 fue de 5%. Entre 2006 y 2010 la tasa promedio fue de 4,6%, mientras que entre 2001 y 2005 llegó a 3,1%. Esta es la forma más adecuada de comparar promedios. Usar un año para compararlo con la media (como hace el IBCE en una declaración reciente) no es el camino más aconsejable.
Crecimiento que se explica fundamentalmente por la inversión pública, que ha tenido un papel creciente. Mientras que antes de 2005 la misma rara vez pasaba de USD600MM, en 2011 se programo que sea de USD2.596MM o sea casi 5 veces más grande que el promedio histórico. La dinamización generada por el Estado ha permitido impulsar al sector privado. Los datos de inversión extranjera directa (IED) muestran que al tercer trimestre de 2011 se alcanzó a USD501MM que es 5% más grande que la obtenida en similar periodo de 2010.
La tasa de inflación está adecuadamente controlada. A noviembre de 2011 la misma llegó a 6,38% por lo que es previsible que para fin de año no supere el 7%. Esto contrasta de sobremanera con algunas previsiones que preveían que para fin de año llegue a 15% o 20%. Aspecto resaltable frente a un entorno caracterizado por incrementos sustanciales de precios internacionales de alimentos (acompañada de especulación a principios de año).
Como en los últimos cinco años, el país nuevamente presentará superávits gemelos. El balance en la cuenta corriente de la balanza de pagos (diferencia entre exportaciones e importaciones) alcanza a 5% del PIB. Para el caso del sector público no financiero se estima que se finalizará el año con un superávit fiscal del 2,6%. Es probable que el balance del Tesoro General de la Nación (TGN) sea negativo pero muy cercano al equilibrio.
La economía boliviana ha logrado un círculo virtuoso. A diferencia de lo que alguna gente cree las finanzas públicas no dependen en gran medida de los ingresos por exportaciones. El aporte del Impuesto Directo a los Hidrocarburos al Tesoro General de la Nación (TGN) equivale a 6% de los recursos que usa, el 69% proviene de renta interna. Por tanto, un eventual descenso del precio del petróleo (sobre el cual se calcula el del gas) no afectaría de sobremanera al balance fiscal.
Al respecto un conocido economista se ha dado a la tarea de establecer una diferencia entre el “maquillaje” macroeconómico y la “tomografía” del aparato productivo. Según su curiosa hipótesis Bolivia puede estar bien por fuera, pero internamente presenta un cáncer que tarde o temprano destruirá la buena salud económica.
Así aún cuando se registren buenos indicadores económicos como un robusto crecimiento económico, superávits gemelos, bajo desempleo y reducción de la pobreza; por dentro existirían problemas de baja productividad, informalidad del empleo, precariedad de los ingresos fiscales y un largo etcétera cuyo fin no es otro que demostrar que aunque aparentemente nos va muy bien, en realidad, nos va muy mal.
Los indicadores macroeconómicos son agregados del desempeño microeconómico. Es poco probable que una economía con buen desempeño macro tenga en su interior a empresas y hogares al borde de la ruina. Lo otro equivale a pensar que en medio de la crisis europea o norteamericana a los hogares les va muy bien.
Lo que parece confundir a este tipo de análisis son los problemas estructurales. Estos tienen larga data y no se solucionan en 6 años de gobierno. Es cierto que persiste la informalidad y la precariedad del empleo (aunque ampliamente reducidos), sin embargo, se coincidirá en que sin una macroeconomía sólida es, prácticamente, imposible combatir estos males.
En tal sentido los resultados de 2011 muestran que se avanza en la senda correcta.
Publicado en La Razón el 08/01/2012.
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