Por: Judith Apaza
Diego y su primo Antonio siempre fueron muy unidos. Corrían lado a lado y compartían secretos y travesuras juntos. Un frío día de junio, Diego le enseñó a Antonio las bases de una negociación efectiva, a través del sentido de la frase "dar para recibir".
Ese instructivo día, Diego se encontraba leyendo una fantástica pieza de teatro, Antonio, que vio a su primo bastante concentrado, le pidió el libro por pura curiosidad, "si te lo doy, me quedo sin nada que hacer ¿Qué me das a cambio?" le dijo Diego en tono de broma, Antonio pensó que era injusto, pero conociendo las debilidades de su primo ofreció cambiar el libro por un helado de chocolate (que sacó de las reservas de su hermanita menor). Así, Antonio leyó un libro que le cambió la vida y Diego disfrutó de uno de los más deliciosos placeres conocidos por el hombre.
Ese instructivo día, Diego se encontraba leyendo una fantástica pieza de teatro, Antonio, que vio a su primo bastante concentrado, le pidió el libro por pura curiosidad, "si te lo doy, me quedo sin nada que hacer ¿Qué me das a cambio?" le dijo Diego en tono de broma, Antonio pensó que era injusto, pero conociendo las debilidades de su primo ofreció cambiar el libro por un helado de chocolate (que sacó de las reservas de su hermanita menor). Así, Antonio leyó un libro que le cambió la vida y Diego disfrutó de uno de los más deliciosos placeres conocidos por el hombre.
Según usted ¿quién ganó de esta negociación?
Cada uno podrá tener una opinión distinta; sin embargo, cuando hablé con ambos, los dos sentían haber cerrado el mejor negocio de sus vidas.
Antonio, un mes después conoció una bella muchacha que lo convenció de que quien ama otorga sin pedir nada a cambio, así, Antonio le ofreció a su amada el libro de teatro como muestra de su amor, lamentablemente ella no lo amaba, sólo quería regalos sin ofrecer nada a cambio.
Dolido de la realidad, Antonio aprendió que la negociación debe desprenderse de apasionamientos que nos pueden llevar a tomar acciones equivocadas o impulsivas, aprendió que aunque le pese mucho, uno debe estar dispuesto a ofrecer al menos algo que le importe al otro, pero también tiene el derecho de exigir algo a cambio, por lo menos para que la negociación sea interesante para ambas partes.
En la coyuntura actual, quizás muchas veces actuamos como la bella muchacha, queriendo imponer ideas, sin ofrecer algo sincero y real a cambio, o tomamos decisiones impulsivas como Antonio, que debió comprarse otro ejemplar de su libro favorito, lo que hizo que sintiera doblemente su pérdida.
Entonces, ¿podemos pedir sin ofrecer algo a cambio? En definitiva sí, pero ¿es ético? Nuestros pedidos pueden llegar hasta el límite de nuestra imaginación, ése no es el problema, el problema radica en cuánto estamos dispuestos a ofrecer y a ceder para llegar a un acuerdo. Una solicitud debe otorgar un beneficio a ambas partes y debe ofrecer una contrapropuesta, no hay mérito alguno en plantear un pedido sin mencionar el cómo puede ser llevado a la realidad.
En este sentido, llamo a la reflexión a aquellos que velan por el bienestar de los trabajadores y del Estado, no se alejen de la factibilidad: pidan, exijan, planteen, debatan pero sobre todo, propongan, no vaya a ser que Bolivia se quede como mi viejo amigo Antonio.
Querido Antonio, cualquier semejanza con la realidad es pura coincidencia.
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