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lunes, 22 de julio de 2013

Una Vida Tranquila

Por: Jose F. Siñani Cárdenas
Se dice que el consumidor de pescado japonés es tan exigente, que los pescadores de esa región tuvieron que inventar e innovar distintas formas para que el pescado llegue fresco a la mesa del comensal. Primero conservándolo en hielo, no sirvió; idearon un tanque de agua dentro del mismo barco, tampoco funcionó, debido a que los peces después de un determinado tiempo quedaban inmóviles y aburridos, el sabor no era el mismo; finalmente el ingenio japonés los llevó a idear que dentro del tanque se pusiera también a un pequeño tiburón, obviamente, algunos peces servían de alimento para el tiburón pero los sobrevivientes llegaban más frescos que nunca y el producto podía venderse a un buen precio.

Quisiera detenerme en la parte de los peces aburridos e inmóviles cuya carne, aunque “fresca”, ya no era suculenta. Estos peces encontraron una forma abúlica de vivir sin mayores presiones; y lamentablemente los pescadores, tenían que resignarse a aceptar menores precios por su producto.
Algo similar ocurre en economía, cuando nos enfrentamos a mercados altamente concentrados; ¿qué significa eso? Que las pocas empresas participantes de un mercado particular pueden tomar decisiones de elevar sus precios por encima del nivel competitivo, en desmedro de los consumidores. Ejercer ese poder de mercado les permite generar ganancias extraordinarias.

Pero, ¿cómo se relaciona a los pescados frescos? Sucede que estas ganancias extraordinarias ocultan un hecho bastante importante, como lo plantea el profesor Hicks, un referente mundial del libre mercado: “una vida tranquila”. Es decir, la falta de disciplina del mercado concentrado u oligopólico, origina que las empresas sientan menor presión a esforzarse por reducir costos sabiendo que pueden elevar sus precios unilateralmente o en cártel, y obtener mayores utilidades. Asimismo, se genera una pérdida social producto de la ineficiencia que aceptan las empresas o el crecimiento de sus costos que en otra situación repercutirían en su salida del mercado y quien sufre por esta ineficiencia es, una vez más el consumidor.

En Bolivia, hay un mercado en particular que tradicionalmente ha mostrado niveles de concentración, el bancario; reflejándose en altas tasas de interés por los préstamos que otorga, bajísimas tasas por los ahorros y extraordinarias utilidades.

No obstante, estamos al frente del fin de esta vida tranquila producto de la concentración del mercado bancario; debido a las medidas que se han aplicado a objeto de despertar a estas empresas de su letargo hacía una vida más “agitada”, en la que se encontraron con competidores en captación de ahorro al Banco Central de Bolivia y al Tesoro General de la Nación, con sendos bonos con más que atractivas tasas de interés para la población; así como la creación de un Banco Público que permitirá agilizar créditos hacia el sector productivo que tanta falta le hace al país.

Es más, se encuentra en ciernes el principal agitador de las aguas, una nueva Ley de Servicios Financieros, orientada al usuario de estos servicios, mecanismos de regulación más estrictos, con la mente enfocada en la experiencia nefasta para el mundo entero que dejó la desregulación del sistema financiero en el país del norte; asimismo, se proponen nuevas formas de intermediación financiera orientadas a romper el poder de mercado latente.

Con mucha perspectiva y trabajo este tiburón que se lanza al mercado financiero permitirá que los ahorristas ya no estemos resignados a bajas tasas de interés por nuestros ahorros, tampoco a un tratamiento implacable cuando se accede a un crédito de vivienda o productivo, sino que se vislumbran nuevas oportunidades para la dinamización del crédito, que la libertad de mercado no consiguió
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