Traductor

lunes, 1 de julio de 2013

Adios (el saludo para despedirme de ti)


Por: Judith Apaza 
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, un saludo representa la acción de dirigirse cortésmente a alguien al encontrarlo o despedirse de él. Entonces, el hecho de decir adiós no es más que saludar a otro hasta… quién sabe cuándo. Esta pequeña palabra, sin embargo, lleva dentro de sí misma un gran contenido enigmático, totalizante y a veces hasta un poco deprimente. Un adiós normalmente es asumido como una situación irreversible y marca un momento de inflexión a partir del cual nada vuelve a ser igual.

Es por eso, que hoy he decidido decirte adiós.

¿Por qué? Te preguntarás… Pues, porque prefieres verme dormida que despierta, porque me hiciste creer que la felicidad reside en un cálido hogar (con un gato, un perro, 2 hijos, una casa y un auto), porque me cerraste los ojos frente a la desigualdad y me los enfocaste hacia la tranquilidad de conciencia lograda a través de un diezmo y una limosna. Callaste mis deseos de levantar la voz contra la injusticia y me embobaste con una televisión de contenido enlatado.

Posicionaste en mi mente una idea de progreso ligada al status y la imagen, llenaste mi vida vacía de objetos inservibles, impulsándome a comprar lo que no necesito y hasta lo que ya poseía. Insertaste el chip del consumismo en lo más profundo de mi ser, me arrullaste al ritmo de una melodía monótona y cíclica: ganar más, comprar más, botar lo que acabo de comprar… lograste hacerme dormir en una copia mal hecha de un sueño americano. Todo por el confort y la comodidad: promesas que nunca se cumplieron.

Me mantuviste conformista con mi ambiente inalterado, haciendo que me olvide de mí misma y del resto, me llevaste al extremo de no poder vislumbrar quién soy, dónde estoy, y porqué estoy aquí. Me enseñaste a no luchar, a aceptar lo que imponen los demás, a ponerme del lado de la opresión y a olvidarme de la utopía, los sueños, y lo imposible.
Me alejaste de mis libros raros…

Te diré adiós, porque (reitero) hiciste que me olvidara de mí. Me encasillaste en un molde predeterminado sólo para mujeres, me educaste para actuar dentro de parámetros “normales”, comunes, convencionales… convencionales, pero ¿para quién?

Sé que tu no vas a dejarme jamás, te encuentro por doquier una y otra vez, sostienes que no me haces daño, y no sabes cuánto daño me haces, intentas mantenerme obediente y sumisa, por eso debo alejarme de ti, no puedo seguir así.

No pienses que ésta es una decisión impulsiva, lo llevo pensando hace largo tiempo. Hoy lo he decidido: Te digo adiós, con toda la esperanza de que este saludo no se transforme en un “hasta luego”.

Adiós pensamiento conformista y estandarizado de la clase media!

No hay comentarios.:

Publicar un comentario

Por favor, ingrese sus comentarios sobre el artículo aquí: