Por: Omar Velasco Portillo
Al término de este año es un buen momento para revisar cómo le fue a la economía boliviana durante 2015 y qué se depara para 2016. Bolivia culminará este año exhibiendo el crecimiento más alto de la región por tercera vez desde 2009, a pesar de la desaceleración económica en América Latina; el nuevo oleaje de caída de precios de materias primas (principalmente el petróleo y algunos minerales), que por quinto año consecutivo azotó a los países emergentes; el fortalecimiento del dólar; la reasignación de los capitales internacionales y hasta, por qué no decirlo, el mal augurio de algunos “comentaristas” económicos.
Sin duda fue un año difícil para la política económica nacional, que tuvo que amortiguar los efectos adversos de origen externo. El desplome del precio del petróleo tuvo un efecto importante sobre las cuentas fiscales y externas. Según anuncios oficiales, la renta petrolera se reducirá en más del 30% respecto a 2014, y por primera vez después de 12 años el país anotará un saldo en cuenta corriente negativo, explicado en su mayor parte por el descenso de las exportaciones.
Sin embargo no todas son malas noticias. Al contrario, las importaciones se mantienen muy dinámicas debido a que el ritmo de la economía no se ha desacelerado, y porque en un contexto donde los vecinos tratan de estimular sus economías devaluando sus monedas, resulta más barato la importación de bienes de capital a menores costos, lo que quiere decir que la producción en 2016 continuará en ascenso.
En 2015, se estima una caída en la recaudación proveniente del gas, pero que será compensada en parte por la subida de los impuestos nacionales que siguen la dinámica del crecimiento. Con todo, es muy probable que el balance fiscal termine en déficit, tal como fue previsto a principios de año por la autoridad fiscal, y es consistente con la orientación contracíclica de la política fiscal. Es así que la inversión pública será superior a 2014, a pesar de que su ejecución respecto de su presupuesto no superará los registros de los últimos años. En 2016, de cumplirse la inversión pública programada de $us 6.395 millones y la inversión privada anunciada de más $us 3.200, la inversión apuntalará la expansión económica.
En el año que dejamos también destaca que Bolivia fue uno de los países con crecimiento positivo de los salarios reales en la región, gracias al incremento salarial de mayo y a la estabilidad de precios, aspecto que dinamizó el consumo y se mantendría en 2016. La política monetaria acompañó adecuadamente la demanda de dinero de las familias, la cual se fue transformando en mayor gasto. La estabilidad de precios concedió al Banco Central de Bolivia (BCB) mayor margen para inyectar liquidez a la economía. Ésta, junto al cumplimiento de las metas de cartera, propició un fuerte estímulo al crecimiento del crédito. Las bajas tasas de interés en el sistema financiero constituyen un escenario ideal para que durante la próxima gestión continúe la expansión crediticia.
Respecto al tipo de cambio, éste se mantuvo inamovible a pesar de las muchas “opiniones” que demandaron devaluar el boliviano. Al término del año se puede evaluar que los países que más devaluaron introdujeron inestabilidad al interior de sus economías por el traspaso de la devaluación a la inflación, volatilidad cambiaria, salidas de capitales y la consecuente alza de sus tasas de interés, que en su conjunto mermaron las posibilidades de crecimiento de sus economías.
Si bien es cierto que 2016 se perfila como un año más en el que se pondrá a prueba el modelo económico boliviano, existen marcadas señales que proyectan que el ritmo de la economía continuará mostrando un buen desempeño nacional como regional.
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