Por: Marcelo Laura G.
Es un hecho innegable que 2015 representa un nuevo punto de inflexión en el desenvolvimiento global. Lejos queda la leve recuperación económica mundial después de la crisis financiera de 2008; y, en el ámbito nacional, representa una prueba para la actual administración económica estatal, tal cual se observó en 2009. Es curioso ver que entre las voces que hacen eco en el quehacer económico nacional se exponen enrevesados pronósticos y destinos apoteósicos, desnudando incesantemente lo que ellos llaman “una política económica mal encaminada”.
Sin embargo, el aspecto que más resalto de aquellos comentarios y que me gustaría ahondar en las siguientes líneas hace referencia a la sugerencia de disminuir y de forma generalizada el gasto público. Tal parece que dicha afirmación no es más que el resultado de una formación estrictamente neoclásica o de tantas otras corrientes económicas que defienden el manejo libre del mercado.
Al escuchar tales consejos no puedo evitar recordar al economista John Maynard Keynes y aquellas ideas que formuló el siglo pasado que hoy parecen más útiles que las de varios economistas contemporáneos, ¿A qué me refiero? Pues tal como cita el ejemplo, si consideramos que la economía nacional es como un conjunto de familias, si la cabeza ve reducido sus ingresos, la familia reduce sus gastos, pero los gastos de uno son los ingresos de otras familias; y si todos deciden reducir sus gastos al mismo tiempo, esto puede ocasionar un desempleo masivo.
Haciendo analogía con la anterior comparación, Keynes exponía que si los privados no quieren invertir y los consumidores no quieren gastar, no queda más opción sino que el Gobierno rompa este ciclo. Y claro, una opción es aumentar el gasto público; por ello, la participación estatal resultará de vital importancia, ya que es una opción mucho mejor que la que quedarse de brazos cruzados. Pero, claramente, esto último no significa que el Gobierno termine realizando cualquier tipo de gasto, y que esta política sea permanente o que se incremente en el tiempo. Creo que el éxito de esta política se reflejará en reactivar la economía con gastos específicos en los sectores productivos, que a su vez garanticen el empleo eficiente de la masa laboral.
Por ello, no me parece extraño que el Ejecutivo haya presentado un programa financiero con déficit público; es decir, que los gastos superan a los ingresos, pues con ellos se pretende garantizar tasas de crecimiento acordes con las registradas en los últimos años. Y lo propio respecto a la crítica contra el sector privado, por no seguir la línea gubernamental y su decisión de no realizar nuevas inversiones.
Bueno, es importante aclarar que el sector privado claramente responde a otros tipos de incentivos; y las señales enviadas en temas laborales ciertamente pueden jugar en contra de los objetivos macroeconómicos que se presenta en el programa financiero; pues, a mi parecer, las expectativas que se presente a los privados puede ocasionar que el Estado deba expandir su gasto más allá del tiempo que se considera necesario. Por ello considero que se deben tomar las riendas de la economía de forma conjunta, ya que cuando a uno le va bien, obviamente nos va bien a todos.
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