Por: Donald M. Mamani Flores
Tras la promulgación del D.S. 1802, que determinó el pago del doble aguinaldo para todos los trabajadores del ámbito público y privado, se ha dicho de todo sobre los efectos que puede generar la aplicación de esta norma.
Sin duda, la temática más candente y especulativa es la inflación de precios.
Este tema ha sido ampliamente estudiado y explicado por distintas corrientes del pensamiento económico, desde Jean Bodin, David Hume, Joseph Schumpeter, Gustaf Wicksell, Irving Fischer, Karl Marx, la Escuela de Cambridge, John Maynard Keynes y Milton Friedman, entre los más representativos, quienes de manera general (podría decirse) consideraron a la inflación como un fenómeno monetario que deviene de la excesiva cantidad de dinero en la economía.
Planteado de esta manera, el incremento de una mayor cantidad de dinero como circulante, resultado del doble pago de aguinaldos, derivaría en un efecto adverso en nuestra economía, hecho que según el vaticinio de algunos analistas y economistas hasta podría llegar a una situación hiperinflacionaria, como ocurrió en la primera mitad de la década de 1980.
La inflación no sólo se trata de un fenómeno monetario producida por un aumento de dinero en la economía, cuando el resto de las variables se mantienen constantes (céteris páribus), como se pretende mostrar ante la sociedad; sino que la misma requiere de otros factores y condiciones económicas para que suceda, lo cual no condice con la realidad de hoy que es totalmente diferente al período de 1980-1985, cuando la hiperinflación tuvo como aliciente la emisión inorgánica de billetes por parte del Banco Central de Bolivia, sin el respaldo de reservas internacionales, las cuales al 15 de noviembre de esta gestión alcanzan a $us14.330 millones, hecho que sitúa a Bolivia en el primer lugar de los países latinoamericanos con mayores reservas respecto al Producto Interno Bruto.
Asimismo, para que lo sepamos, la inflación no sólo es explicada desde un punto de vista monetarista, sino también por el enfoque estructuralista de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), que determinó que los procesos inflacionarios provienen de las rigideces de la estructura productiva de los países latinoamericanos. Es decir, mientras se tenga dependencia de la producción de bienes y servicios del exterior, existirá la posibilidad de una inflación estructural.
En ese entendido, a fin de evitar este tipo de presiones inflacionarias estructurales, la política productiva de nuestro país durante estos años se orientó a coadyuvar el desarrollo del sector productivo para conseguir la soberanía alimentaria, a través del acceso a créditos productivos con bajas tasas de interés, importación de maquinaria, equipo e insumos, semillas y otros, con bajos gravámenes arancelarios a fin de fortalecer el aparato productivo.
Bajo este contexto, no es prudente sostener que la inflación sólo se debe a un fenómeno monetario, como es el pago del doble aguinaldo, cuando en Economía se sabe que existen otros factores determinantes como la estabilidad macroeconómica, nivel de reservas internacionales, manejo soberano de la política monetaria y productiva; peor aún, generar expectativas inflacionarias en los agentes económicos que inciten al agio y la especulación.
En contraste, se trata de mirar la aplicación de esta medida económica como un mecanismo que dinamizará la economía interna en una época en la que existe una mayor oferta de bienes y servicios nacionales e importados, sobre los cuales finalmente uno decidirá si quiere o no tenerlos, si apoya a la industria nacional o no, si son de primera necesidad o si puede sustituirlos por otros que estén a su alcance
Sin duda, la temática más candente y especulativa es la inflación de precios.
Este tema ha sido ampliamente estudiado y explicado por distintas corrientes del pensamiento económico, desde Jean Bodin, David Hume, Joseph Schumpeter, Gustaf Wicksell, Irving Fischer, Karl Marx, la Escuela de Cambridge, John Maynard Keynes y Milton Friedman, entre los más representativos, quienes de manera general (podría decirse) consideraron a la inflación como un fenómeno monetario que deviene de la excesiva cantidad de dinero en la economía.
Planteado de esta manera, el incremento de una mayor cantidad de dinero como circulante, resultado del doble pago de aguinaldos, derivaría en un efecto adverso en nuestra economía, hecho que según el vaticinio de algunos analistas y economistas hasta podría llegar a una situación hiperinflacionaria, como ocurrió en la primera mitad de la década de 1980.
La inflación no sólo se trata de un fenómeno monetario producida por un aumento de dinero en la economía, cuando el resto de las variables se mantienen constantes (céteris páribus), como se pretende mostrar ante la sociedad; sino que la misma requiere de otros factores y condiciones económicas para que suceda, lo cual no condice con la realidad de hoy que es totalmente diferente al período de 1980-1985, cuando la hiperinflación tuvo como aliciente la emisión inorgánica de billetes por parte del Banco Central de Bolivia, sin el respaldo de reservas internacionales, las cuales al 15 de noviembre de esta gestión alcanzan a $us14.330 millones, hecho que sitúa a Bolivia en el primer lugar de los países latinoamericanos con mayores reservas respecto al Producto Interno Bruto.
Asimismo, para que lo sepamos, la inflación no sólo es explicada desde un punto de vista monetarista, sino también por el enfoque estructuralista de la Comisión Económica Para América Latina (CEPAL), que determinó que los procesos inflacionarios provienen de las rigideces de la estructura productiva de los países latinoamericanos. Es decir, mientras se tenga dependencia de la producción de bienes y servicios del exterior, existirá la posibilidad de una inflación estructural.
En ese entendido, a fin de evitar este tipo de presiones inflacionarias estructurales, la política productiva de nuestro país durante estos años se orientó a coadyuvar el desarrollo del sector productivo para conseguir la soberanía alimentaria, a través del acceso a créditos productivos con bajas tasas de interés, importación de maquinaria, equipo e insumos, semillas y otros, con bajos gravámenes arancelarios a fin de fortalecer el aparato productivo.
Bajo este contexto, no es prudente sostener que la inflación sólo se debe a un fenómeno monetario, como es el pago del doble aguinaldo, cuando en Economía se sabe que existen otros factores determinantes como la estabilidad macroeconómica, nivel de reservas internacionales, manejo soberano de la política monetaria y productiva; peor aún, generar expectativas inflacionarias en los agentes económicos que inciten al agio y la especulación.
En contraste, se trata de mirar la aplicación de esta medida económica como un mecanismo que dinamizará la economía interna en una época en la que existe una mayor oferta de bienes y servicios nacionales e importados, sobre los cuales finalmente uno decidirá si quiere o no tenerlos, si apoya a la industria nacional o no, si son de primera necesidad o si puede sustituirlos por otros que estén a su alcance
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