Por: Judith Apaza
Así comienza el estribillo de una conocida canción de Marco Antonio Solís, estoy consciente de que el tema que nos atañe, de repente requeriría de una mayor profundidad filosófica, pero por el contexto me parece que no hay pregunta más acertada.
A lo largo de la historia de la humanidad, hemos aprendido que las sociedades, en su etapa de crecimiento, tienen una natural tendencia al caos; el desarrollo tecnológico, los nuevos paradigmas, esquemas mentales y la apertura a la información global normalmente van de la mano de la violencia y la insensibilidad ante hechos trágicos. En este sentido, me pregunto cuál debería ser la reacción del Estado y la sociedad de cara al descontrol que puede surgir en materia de seguridad ciudadana y la decadencia de los valores de las ciudades que se encuentran en proceso de convertirse en metrópolis. ¿Adónde nos pueden llevar las acciones que tomamos hoy?
Para responder a esta pregunta, podemos aseverar que un crecimiento sostenible debe ir acompañado de un desarrollo de los sistemas de seguridad de un Estado y una inversión en la cultura y valores que cultiva una sociedad.
El Estado, en su papel planificador, destina recursos económicos a programas, proyectos y actividades de seguridad ciudadana (334 millones en 2013 sólo a nivel municipal), y los ejecuta en los niveles de Gobierno.
Sin embargo, debemos entender que la ejecución financiera no siempre es un indicador puntual y que la clave del éxito normalmente se encuentra en la ejecución física, es decir, en el cumplimiento de éstos programas, proyectos y actividades y el impacto que alcanzan en las sociedades.
Por consiguiente, está en manos del ciudadano la verificación del cumplimiento de los planes formulados por el Gobierno, no olvidemos que un Estado también está conformado por la sociedad, y que la formulación de políticas de seguridad ciudadana debe contar con el aporte de todos y cada uno de nosotros.
Al respecto, si bien los mecanismos de control social aún no están completamente fortalecidos en ciertos ámbitos, la iniciativa individual puede y debe surgir como una respuesta realizable, a través de la participación activa en audiencias públicas de rendición de cuentas, la lectura, comprensión y seguimiento de los planes operativos anuales de entidades gubernamentales, y por supuesto, la propuesta ciudadana.
¿A dónde vamos a parar? Eso lo decidimos nosotros con la importancia que otorgamos a la utilización de recursos públicos, pero por sobre todo a la contribución real que podemos realizar para la construcción y desarrollo de una cultura solidaria y sensible a las necesidades de otros.
http://www.cambio.bo/opinion/27042013/adonde_vamos_a_parar_91736.htm
http://www.lostiempos.com/diario/opiniones/columnistas/20130504/a-donde-vamos-a-parar_211693_454692.html
http://elpaisonline.com/index.php/2013-01-15-14-16-26/cronica/item/88825-a-donde-vamos-a-parar
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