Por: Katherine Hinojosa (*)
El Gobierno nacional anunció el 14 de agosto de 2012 la creación del Impuesto a la Venta de Moneda Extranjera (IVME). El mismo corresponde a una tasa de 0,7%, por ejemplo, por cada 1.000 dólares vendidos se deberá pagar siete dólares.
Se ha indicado que esta medida es contraproducente porque absorbe recursos de la población y recuerda a la “desdolarización” de los años 80, que condujo a la tristemente célebre hiperinflación. ¿Será esto cierto?
Es bueno distinguir que la Bolivia del siglo XXI es enteramente diferente al país de los 80. Caracterizaba aquella época una crisis económica profunda. El déficit fiscal era superior a 30% del producto y la dolarización superaba el 90%. En cambio, ahora se cuenta con superávit fiscal y la moneda nacional se usa en más del 70% de las transacciones.
Se vive una etapa de “bolivianización” de la economía. Ésta consiste en la preferencia de los ciudadanos por realizar compras y ventas, calcular precios y ahorrar en los multicolores billetes nacionales. En virtud a ello, la creación del nuevo impuesto entra en juego en un escenario en el que la gente ya no usa los verdes dólares.
Existe la idea errónea de que al final de todo serán los consumidores los que pagan los impuestos. Idea, por cierto, bastante difundida. La connotación de ella es bastante atractiva: ¡Abajo los impuestos! Sin embargo, de no pagarse los impuestos no existirían recursos para caminos ni escuelas ni hospitales, pues estos importantes servicios funcionan gracias a ellos.
La verdad es que no son los consumidores los que pagan los impuestos. Éstos reducen una parte del beneficio de los empresarios. En el caso de la compra y venta de dólares, el asunto se muestra con mucha claridad. En 2005, las casas de cambio y la banca privada obtuvieron 134,8 millones de bolivianos de beneficio y en 2011, dicha cifra subió a 575,3 millones. De esta manera, el Estado boliviano pretende obtener 140 millones de bolivianos de este negocio que consiste simplemente en cambiar monedas.
La población prefiere operar con bolivianos y se está abandonando el dólar. En tal sentido, el impuesto a la venta del dólar no afecta al usuario y capta parte de las enormes ganancias bancarias por esta transacción.
Existe una ventaja adicional al seguir este camino: la medida brinda una mayor protección frente a la crisis mundial. Más allá de las fronteras, se libra una guerra sin cuartel entre el dólar, el euro y el yuan chino. La misma lleva el nombre de “guerra de devaluaciones” y consiste en que con el fin de abaratar sus productos de exportación las grandes potencias mundiales quitan valor a sus monedas.
En medio de esta batalla de gigantes, el peor escenario para Bolivia es tener una economía dolarizada, pues una situación así equivale a amarrar un pequeño barquito a una enorme nave en medio de una feroz tormenta.
El mayor beneficio de la medida será contribuir a la bolivianización que permitirá aislarnos de la economía del dólar. En una situación así, la crisis mundial tendrá un menor impacto en Bolivia. Sin duda, habrá costos del “impuesto a los verdes”, pero éstos serán menores a los beneficios de la medida.
(*) Especialista en Gestión PúblicaPublicado en Página Siete el 02/09/2012
http://www.paginasiete.bo/2012-09-03/Opinion/Destacados/14Opi00203-09-12-P720120903LUN.aspx
No hay comentarios.:
Publicar un comentario
Por favor, ingrese sus comentarios sobre el artículo aquí: