Por: Katherine Hinojosa Virreira
Ha sido una buena noticia que el 8 de junio de 2012 la agencia Moody´s Investors Service haya subido la calificación de riesgo de Bolivia de B1 a Ba3, con perspectiva estable. Frente a esta situación el editorial del prestigioso periódico La Razón (18/06/2012) advierte que el país no debe entusiasmarse demasiado con la nota obtenida, porque esto puede llevar a un excesivo endeudamiento y a “la tentación de desregular el sistema financiero y dejar que las fuerzas del mercado hagan estragos, incentivando a la otorgación de crédito ‘barato’ en condiciones muy flexibles”. Advierte, además, que esto puede llevar a una “tragedia griega” cuya experiencia no es tan lejana para los bolivianos tomando en cuenta que algo similar se vivió en la década de los 80’.
Más allá de la comparación de cifras (la deuda griega llega a 141% del producto mientras la de Bolivia no pasa del 35%) existe una cuestión fundamental que separa a ambas economías: la dolarización. Por ella entiendo el proceso de sustitución de monedas, la renuncia a la moneda nacional por una extranjera.
Grecia se unió al esquema del euro y con ello selló su futuro económico. La razón radica en que al renunciar al monopolio de la emisión de dinero inmediatamente el dinero se torna “caro”. En efecto, en un país con soberanía monetaria el dinero sólo cuesta el papel en el que está impreso. Al renunciar a esta potestad (en el caso griego al aceptar el euro) para obtener los billetes extranjeros se debe entregar productos. Por eso se dice que la fuente de divisas son las exportaciones.
Empero en un esquema de dolarización completa se presenta el retraso cambiario, que hace que las exportaciones se encarezcan, por tanto, es imposible vender en los mercados externos, ello lleva a que la moneda extranjera sea escasa y por ende se detenga el flujo económico y se presente la recesión. Que precisamente es lo que está ocurriendo en Grecia y en varios países de Europa.
Muy diferente es la situación boliviana. Actualmente contamos con soberanía monetaria y la gente prefiere operar con los multicolores billetes en lugar del lúgubre dólar. Esto permite que la cantidad de dinero en circulación acompañe al crecimiento del producto y no se convierta en freno. Por dicha razón, pese a que la deuda crece en términos absolutos, su peso relativo ha disminuido en el tiempo (en 2003 la deuda externa representaba el 63% del PIB y en 2012 equivale al 14%).
Endeudarse no es malo en sí mismo. Hasta ahora el ritmo de endeudamiento ha sido razonable y el bono “tesoro directo” no tendrá un alto impacto en el monto de la deuda ya que en el mejor de los casos se llegará a recaudar Bs 150 MM, que es menos del 1% del total de recursos del Tesoro General de la Nación (TGN). De ahí que es poco probable que el asunto termine en una “tragedia griega”.
Adicionalmente, debe indicarse que Bolivia cuenta con un sólido sistema financiero que prohíbe tácitamente los créditos vinculados (ya sea a privados o al Estado), por lo que tampoco es probable que se “flexibilice” el mecanismo de trabajo. Entre 2010 y 2011 los créditos crecieron en 26%, pese a contar con un sistema bastante rígido la dinámica de la inversión muestra resultados positivos. Dudo que las autoridades bolivianas cambien las reglas ante estos resultados. Hay una gran distancia entre Grecia y Bolivia y eso permite mirar el futuro con optimismo.
Más allá de la comparación de cifras (la deuda griega llega a 141% del producto mientras la de Bolivia no pasa del 35%) existe una cuestión fundamental que separa a ambas economías: la dolarización. Por ella entiendo el proceso de sustitución de monedas, la renuncia a la moneda nacional por una extranjera.
Grecia se unió al esquema del euro y con ello selló su futuro económico. La razón radica en que al renunciar al monopolio de la emisión de dinero inmediatamente el dinero se torna “caro”. En efecto, en un país con soberanía monetaria el dinero sólo cuesta el papel en el que está impreso. Al renunciar a esta potestad (en el caso griego al aceptar el euro) para obtener los billetes extranjeros se debe entregar productos. Por eso se dice que la fuente de divisas son las exportaciones.
Empero en un esquema de dolarización completa se presenta el retraso cambiario, que hace que las exportaciones se encarezcan, por tanto, es imposible vender en los mercados externos, ello lleva a que la moneda extranjera sea escasa y por ende se detenga el flujo económico y se presente la recesión. Que precisamente es lo que está ocurriendo en Grecia y en varios países de Europa.
Muy diferente es la situación boliviana. Actualmente contamos con soberanía monetaria y la gente prefiere operar con los multicolores billetes en lugar del lúgubre dólar. Esto permite que la cantidad de dinero en circulación acompañe al crecimiento del producto y no se convierta en freno. Por dicha razón, pese a que la deuda crece en términos absolutos, su peso relativo ha disminuido en el tiempo (en 2003 la deuda externa representaba el 63% del PIB y en 2012 equivale al 14%).
Endeudarse no es malo en sí mismo. Hasta ahora el ritmo de endeudamiento ha sido razonable y el bono “tesoro directo” no tendrá un alto impacto en el monto de la deuda ya que en el mejor de los casos se llegará a recaudar Bs 150 MM, que es menos del 1% del total de recursos del Tesoro General de la Nación (TGN). De ahí que es poco probable que el asunto termine en una “tragedia griega”.
Adicionalmente, debe indicarse que Bolivia cuenta con un sólido sistema financiero que prohíbe tácitamente los créditos vinculados (ya sea a privados o al Estado), por lo que tampoco es probable que se “flexibilice” el mecanismo de trabajo. Entre 2010 y 2011 los créditos crecieron en 26%, pese a contar con un sistema bastante rígido la dinámica de la inversión muestra resultados positivos. Dudo que las autoridades bolivianas cambien las reglas ante estos resultados. Hay una gran distancia entre Grecia y Bolivia y eso permite mirar el futuro con optimismo.
Publicado el 26/06/2012 en La Razón
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