Frente a este panorama internacional complicado, las autoridades bolivianas del área económica presentaron al país las metas macroeconómicas para la presente gestión, mediante la firma del Programa Fiscal-Financiero. Para 2019 se prevé un crecimiento de 4,5% que no solo significa que Bolivia se posicione un año más en el primer lugar de la tabla de crecimiento regional sino que esta meta garantiza la estabilidad económica del empleo, los ingresos de la población boliviana y la continuidad de las políticas redistributivas.
Para 2019 se prevé una inflación de 4%. Es importante destacar que en los últimos años la inflación se fue moderando y no representa un problema. Una mayor inflación a la de 2018 podría explicarse por las presiones inflacionarias provenientes de potenciales apreciaciones de las monedas de países vecinos y de los efectos climáticos adversos. Con todo, la estabilidad de precios sumada a la estabilidad cambiaria ofrece un horizonte de certidumbre formidable.
Según las autoridades, se prevé una disminución de reservas internacionales de cerca de $us 1.200 millones y un déficit fiscal de 7,8% del PIB. Estas metas han sido blanco de ataque de algunos “opinadores” de karaoke que les encanta repetir las viejas recetas neoliberales que señalan que los déficits fiscales y externos están asociados con el excesivo gasto público y la caída de reservas internacionales, pero sin una reflexión dinámica consistente de las variables en cuestión.
Lo cierto es que un déficit fiscal generado por mayor inversión en bienes de capital conduce a déficits gemelos. En un escenario de fuertes importaciones del sector público, es previsible que las reservas internacionales disminuyan, como efectivamente ocurrió en años pasados, lo cual no es novedad, sino consecuencia de una identidad contable. Esta relación no es el descubrimiento de un “huasquiri” neoliberal, sino consecuencia de las decisiones de política económica contempladas en el plan de desarrollo del año 2015.
Sin embargo, estos análisis descuidan la calidad de estas importaciones que están destinadas a la compra de bienes de capital que forman parte de la inversión pública y que aumenta la capacidad productiva en sectores como transporte, energía, minería y salud y no así al gasto corriente, por cuanto su aporte al crecimiento económico es plenamente diferente. Adicionalmente, se debe entender que la caída de reservas internacionales es temporal y que los frutos de las nuevas inversiones en poco tiempo comenzarán a generar mayores ingresos, revirtiéndose los desequilibrios y retomándose la senda de acumulación de reservas.
Claramente la demanda externa no será el motor que dinamice la economía en 2019 y es ahí donde la demanda interna continuará jugando un rol privilegiado en el estímulo del crecimiento económico. La importancia de las metas macroeconómicas va más allá de los números, en sí mismos, la firma del acuerdo es una señal de confianza y garantía de estabilidad económica.
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