Por: Daniel Villarroel
Llama la atención como en editoriales de prensa se vierten opiniones, aparentemente poco informadas que pareciera tienen como objetivo confundir a la población en cuanto a la rentabilidad de las empresas públicas; mezclan de manera tendenciosa conceptos para justificar sus falsos razonamientos, a continuación pretendo analizar estos argumentos contrastados con otros que son más reales.
En primer lugar, los editoriales de prensa utilizan sin responsabilidad alguna un término que tiene connotaciones de orden político y que produce un efecto conocido en la población, este término es “déficit” y es utilizado justamente para que se cierna sobre nosotros el fantasma de otro termino con connotaciones políticas “crisis”. Por eso es necesario encontrar de manera técnica el alcance académico del término “déficit”.
Cuando se habla de déficit, académicamente se concibe éste como un desequilibrio entre recursos e ingresos generados, es decir, que un agente económico no cuenta con los recursos suficientes para poder afrontar los gastos y obligaciones que demanda su funcionamiento. Sin embargo es necesario distinguir en este término el déficit producido por la inversión que se ha producido del déficit por gastos excesivos.
Para distinguir estos dos tipos de déficit resulta conveniente concretar estos conceptos en ejemplos. Así tendremos que cuando una empresa que tiene un lugar dentro del mercado, necesita crecer y por ende su participación en él; para ello podrá decidir la construcción de una nueva fábrica o la adquisición de maquinarias que amplíen su capacidad; pero puede ser que sus ganancias, o sus ahorros, no le alcancen para pagar esas nuevas inversiones; en ese momento se produce un “déficit”, sin embargo, puede acudir a la banca para financiarlo a través de un préstamo y cubrir este “gasto excesivo”. No obstante debe notarse que este “gasto excesivo” representa que en el futuro cercano podrá incrementar sus ganancias por la expansión de su capacidad de producción. Cuando se da esta situación hablamos de un “déficit bueno”. Por el contrario, si la misma empresa, en lugar de invertir su ganancias y ahorros, decide no pagar la planilla y a los proveedores para subirles los sueldos a sus ejecutivos o sencillamente no tiene la capacidad para cubrir los propios gastos de su giro se produce el déficit y si sobre todo eso se presta dinero para pagar esos gastos, ese es un “deficit nocivo o malo”.
Ahora en la realidad, tenemos que políticos resfriados y editoriales sospechosamente tendenciosas, pretenden hablar de pérdidas de 9 mil millones de dólares o de un déficit parecido en las empresas del Estado. Pero cuando analizamos las cifras de estas empresas, que además son públicas y están al alcance de cualquier curioso, como el que escribe, me encuentro con que las empresas estatales cubren sin dificultad sus gastos operativos. Los datos registrados en el libro “Las Empresas Públicas en el Nuevo Modelos Económico Boliviano”, recientemente publicado, demuestran que durante los últimos 10 años las empresas generaron superávit en cada una de las gestiones cerradas, y esto permitió a cada una de ellas afrontar sus retos económicos de cada período.
Como producto de esa rentabilidad, surge el reto y la necesidad de expandir la capacidad de las empresas siguiendo el criterio de cualquier buen empresario privado, por consiguiente, las empresas luego de haber estudiado su sostenibilidad, en lugar de seguir gastando han decido invertir en la expansión de sus capacidades para mejorar sus utilidades en el futuro cercano. Igualmente, las cifras publicadas revelan que las empresas no están gastando más en lujos ni en sueldos (gasto corriente) sino que incurren en gastos para pagar su crecimiento en el mercado (inversiones). Debido a esto, las empresas no pueden afrontar estos gastos, pero acuden al financiamiento para solventar esta expansión de su capacidad, de allí sale el famoso “déficit” que acusan como nocivo los editoriales parcializados con la oposición y algunos políticos con afanes de poder.
Ahora, me gustaría saber si una empresa privada se maneja con la transparencia suficiente como para publicar sus cifras o si el miembro de una Sociedad Anónima puede acceder con tanta facilidad a la estructura de la deuda de su “S.A.” siendo que en otras coyunturas del pasado, el empresariado privado se encargó de colapsar el sistema financiero con préstamos para financiar sus propios gastos dispendiosos que nunca devolvieron.
En la misma línea de razonamiento, resulta conveniente señalar que las Empresas Estatales has transferido sus excedentes al Estado Boliviano, lo que no acurre en una empresa privada. Entonces es lógico que estas empresas puedan financiarse a través del mismo sistema de recursos a cuya expansión contribuyó. Como en cualquier parte del mundo las inversiones suelen ser apalancadas con financiamiento que generalmente provienen de la banca privada y que conllevan altos costos financieros, en el caso específico de las Empresas Publicas del país, las cuantiosas inversiones realizadas son financiadas por créditos internos y han demostrado con creces su efectividad, generando constantes tasas de crecimiento brindando por cuarta gestión consecutiva a nuestro país el crecimiento más importante entre los países de la región, crecimiento que ha logrado disminuir los niveles de población en pobreza extrema de 38,2% en 2005 a 16,8% en 2015.
Finalmente, de manera específica vemos que las principales apuestas en las que el gobierno focalizo los recursos es el sector energético, mediante los proyectos de ENDE que alcanzaron en los 10 años alrededor de Bs5.023 millones. Por otro lado el tan ansiado proceso de industrialización de los hidrocarburos, aspecto que demandó en los últimos años Bs27.859 millones, o la incursión en la explotación del litio, donde se invirtieron Bs6.168 millones.
En conclusión, es evidente que es una verdadera irresponsabilidad y un despropósito hablar de un “déficit” identificado con “crisis” cuando resulta evidente que en primer lugar estamos en un escenario de inversión para expandir nuestras capacidades que importan un futuro de estabilidad con la promesa de consolidar mejores días para los bolivianos.
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