Por: Miguel Marañon
Hace más de un año se daba la victoria de Macri en la hermana República de Argentina, (que por cierto fue muy celebrada en el país por políticos que brincaban de alegría indicando que era el principio del fin de los gobiernos progresistas de Latinoamérica), reemplazaba en el gobierno a Cristina Fernández de Kirchner, un Gobierno que implementó políticas económicas que beneficiaron a la clase desposeída de ese país, con la oposición de los sectores más conservadores.
Con el pasar del tiempo Macri desbarata la política económica kirchnerista para volver aplicar un “liberalismo económico”, empezó reconociendo la deuda de fondos buitres (descapitalizando las arcas argentinas), liberó a la oferta y demanda el tipo de cambio, retiró el subsidio de los servicios básicos destinados a los jubilados y familias pobres (incrementándose cerca del 400%), el costo del transporte subió estrepitosamente, la tasa de desempleo volvió a records históricos, los capitales extranjeros tan esperados hasta la fecha no llegaron.
Evidentemente en una primera instancia, se culpó a la política “despilfarradora” del gobierno anterior, incluso con juicio de responsabilidades, pero la crisis se acentúa y como ya no hay más argumentos para descabezar al kirchnerismo, empieza la brillante idea de culpar a los bolivianos, peruanos y paraguayos, por la crisis, delincuencia y desmoronamiento de la sociedad argentina, al puro estilo de Trump.
No es coincidencia que autoridades (desubicadas) del hermano país, propongan muros en las fronteras, endurecimiento de políticas migratorias y otras políticas xenófobas, justificando la ineficiencia de sus políticas económicas y yendo en contra de los principios de la democracia: fraternidad, igualdad y libertad.
La diferencia entre Macri y Trump, es que este último se dio cuenta, que un neoliberalismo como el que se dio en las décadas pasadas, no beneficia a ningún país, los únicos que salen victoriosos y con muy buenas ganancias son las empresas transnacionales que tienen su fábrica en países latinoamericanos (por la mano de obra barata y tasas impositivas más ventajosas) y venden lo producido en los países desarrollados (por la cantidad de habitantes y por sus buenos ingresos monetarios); mientras que Macri sigue soñando que el liberalismo económico traerá mejores días a la Argentina.
Ojalá que en Bolivia no se llegue a esos extremos, los que festejaron la victoria de Macri y se alegraron por la caída de Lula, no sean los promotores de construir muros entre los campesinos y citadinos bolivianos, que el revanchismo político no llegue a destruir o eliminar los beneficios que empezó a obtener la clase desposeída del país, que lleguen a comprender que como país sub desarrollado no tenemos opción de progresar con el neoliberalismo económico, más aun cuando potencias mundiales como EE.UU. e Inglaterra están optando por el proteccionismo de sus economías, no nos queda otra más que formar un bloque compacto de Latinoamérica para que seamos buenos consumidores de lo que producimos.
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