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viernes, 6 de enero de 2017

2016: América Latina y Bolivia

Por: Omar A. Yujra Santos
Días atrás, un periódico del oriente del país publicó una nota titulada “Argentinos hacen filas para comprar en Bolivia”, lo que llevó a que me preguntara si los expertos de siempre dicen que estamos en crisis, ¿por qué hay gente del exterior que se interesa en el país? Para responder esto es importante ver el contexto.

Comencemos. Desde la gran crisis hipotecaria desatada en EEUU en 2008, la economía mundial no se recuperó en su totalidad; esto implicó que la demanda externa se contrajera sobre todo en países como China, Rusia e India que, hasta ese entonces, mantenían un ritmo de crecimiento interesante.

Haciendo uso de una política monetaria y cambiaria “creativa”, se forzó, por algún tiempo, a que las tasas de interés y la cotización del dólar favorecieran al país del norte. A esto se sumaron los conflictos en Oriente Medio, entre otros factores. Como consecuencia de todo ello, las materias primas se encarecieron, lo que provocó, a su vez, una menor demanda, y, por ende, desde 2014, una disminución de los precios internacionales.

Según datos del BID y del FMI, a raíz de este fenómeno, en América Latina se registró una disminución en los ingresos y déficit fiscal mayor al 4% del PIB; frente a esto creció el endeudamiento de los países, llegando en promedio al 50% del PIB.

Como la mayoría sigue recetas de antaño y, por tanto, medidas procíclicas, 15 países ajustaron sus presupuestos, incluyendo inversión, cerca del 2% del PIB; e incrementaron los impuestos a la población en casi la mitad de lo que representaron los recortes, aspectos que también influyeron en la inflación y la tasa de de-sempleo.

En términos de crecimiento posterior al 2008, la región tuvo un incremento del PIB de apenas el 2%. La situación se complicó aún más en 2016 con una tasa negativa de -0,6%.

A nivel interno, la gestión inició con las noticias de que los fenómenos de El Niño y La Niña llegaban al país, y estuvieron presentes los 12 meses del año, principalmente con la sequía.

De igual manera, se presentaron conflictos con sectores como los de discapacitados, transporte pesado y gremiales. Pese a este contexto adverso, la economía nacional continuó, en 2016, por la senda del crecimiento, mostrando una performance resaltable.

Si bien los ingresos por la venta de gas disminuyeron, producto de la caída de los precios de las materias primas, esta situación no mermó la estabilidad económica.

Las exportaciones, con excepción de los hidrocarburos, tuvieron una variación positiva en términos de valor y volumen (a octubre, 3,1% en valor y 16,7% en volumen de los productos no tradicionales, entre ellos la manufactura); el gasto en inversión continúa siendo uno de los mayores de la región con cerca del 17% del PIB; y los programas sociales no sufrieron ningún recorte.

A su vez, la deuda externa representa el 20% del producto, la inflación está controlada (3,7% a noviembre) y la tasa de desempleo está en 4%, una de las más bajas de Latinoamérica.

La demanda interna volvió a mostrar un dinamismo ponderable, que, en gran medida, continúa siendo uno de los pilares del crecimiento. En efecto, las ventas y/o servicios facturados, consumo de electricidad y agua potable, así como la producción y venta de cemento, mantienen una tendencia creciente.

Entre las empresas que se crearon y se cerraron fueron mayores las primeras (entre 2015 y noviembre de 2016 la base empresarial creció 4%); el número de cuentas en el Sistema Financiero creció 8%, llegando a 9 millones de cuentas; los créditos para vivienda crecieron en 62% y los productivos, en 25%; entre otros.

Con el comportamiento de los indicadores señalados, la economía, en su conjunto, creció a octubre del 2016 en un 4,2%, muy por encima del promedio de América Latina, siendo, además, el mayor de Sudamérica.

Para el 2017, las perspectivas son bastante alentadoras, por cuanto a nivel internacional se ha observado en los últimos meses una recuperación de los precios de los commodities, lo que supone una mejora de la demanda externa; mientras que, en al ámbito interno, las inversiones se mantendrán prácticamente constantes, esto permite proyectar un crecimiento del 4,8%.

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