Por: Miguel Angel Marañon
Desde una perspectiva netamente teórica, no existe una definición unívoca de que lo que es una crisis económica. Algunos la definen como la recesión cíclica de la economía, tiempo en el que se atraviesa inestabilidad en los procesos de producción, intercambio y consumo de bienes y servicios. La famosa crisis de los años 30 se dio por la sobreacumulación de la producción de las industrias norteamericanas. Al tener una gran cantidad de stock acumulado, los dueños de las fábricas despidieron no solo a gran parte de los obreros, sino también a una buena parte de los profesionales administrativos, lo cual ocasionó un desempleo masivo con la consecuente imposibilidad de que los ciudadanos consuman los productos almacenados. En América Latina atravesamos una crisis similar en los 80 que dio lugar a la “década perdida”. Este periodo se caracterizó por un fuerte endeudamiento, un alto déficit fiscal y elevada inflación; lo que se tradujo en la disminución de los salarios, la caída de las exportaciones y el cierre de varias empresas estatales y privadas.
Aparte de las variables ya mencionadas, un factor común presente en los anteriores ejemplos, así como en la mayoría de las crisis económicas, es la falta de expectativas positivas entre los agentes económicos (la ciudadanía), lo que genera inestabilidad social y política, además de profundizar la crisis económica, pues la población al no tener perspectivas positivas, en general migra hacia otras regiones o se dedica a actividades que tienden a ser ilícitas.
En la actualidad algunos economistas afirman que nuestro país está en crisis, observando (en la mayoría de los casos) solamente una variable, como es la disminución de la renta petrolera, pero al mismo tiempo olvidan que las recaudaciones internas (impuesto y aduanas) lograron recaudar más de lo proyectado durante la gestión 2015. Prueba de ello es que el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas registró en el presupuesto de las gobernaciones y alcaldías recursos adicionales tres veces mayores de lo previsto por coparticipación tributaria.
Los analistas mencionan asimismo que nuestros ingresos por exportaciones de gas natural cayeron de forma alarmante, debido a la baja de los precios de los hidrocarburos, pero no por la disminución en la producción; también mencionan que el crecimiento de nuestra deuda es consecuencia de la crisis, y no lo entienden como un instrumento de inversión.
Pero la variable más importante que olvidan en sus análisis son los agentes económicos. En nuestro país la mayoría de la población confía en la estabilidad económica a futuro. Los créditos de vivienda y vehículos con plazos mayores a los cinco años corresponden a familias en las que la edad de los jefes del hogar se encuentra entre los 30 y 35 años, lo que da a entender que esa parte de la ciudadanía ve con buenos ojos su estabilidad laboral. De igual manera sectores como el gastronómico, el turismo interno y otros han incrementado sus actividades, generando una dinámica interna muy interesante.
En este sentido, los autoridades financieras del país tienen una gran responsabilidad, debido a que si los análisis de las variables económicas indican que se aproxima una crisis, nuestro deber tendrá que ser elaborar propuestas que consigan mitigar esta tendencia negativa, para beneficio de la población; pero para ello deben ser propuestas que estén libres de contenido partidario.
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