Por: Steve Mendoza Fernandez
Sólo en un país como este, en el que parecería que todo está patas arriba y en el que algunos no entienden y otros entienden, pero “se hacen”, es frecuente escuchar en sus insensatas alocuciones, que la causa para la falta de inversión del sector privado en la economía nacional se debe “al incremento de los costos de producción y distribución”, ósea en facilito, los “incrementos salariales” que establece el Gobierno, no dejan al empresario hacer empresa.
Sin embargo de ello habría que aclarar que la paranoica idea de plantear la falta de inversión privada en base al incremento salarial es, según mi humilde opinión, un harakiri en el sentido más literal que pueda significar esta palabra.
La absurda idea hace denotar una desmedida avaricia y una desmesurada tacañería de quienes adoptan dicho planteamiento, ya que dentro de sus miopes conceptos se empecinan en impedir que los salarios suban o se paguen los dobles aguinaldos, porque según ellos, sólo de ese modo aumentarían la competitividad del país y se saldría del subdesarrollo.
En este escenario, la “Lucha” que plantea la crítica a las draconianas políticas salariales del Gobierno, busca defender los intereses en pro del empresariado y desdeñar cualquier posibilidad de redistribuir equitativamente los recursos. Dicha lucha es al igual que la novela “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” una “lucha sólo contra molinos de viento”.
Por lo que llamando un poco a la sensatez de la opinión pública, es importantísimo aclarar que la causa para esta paranoia se debe a la visión unidimensional que el empresario boliviano tiene del salario. Para empresarios, inversores y compañía, el salario dentro de su actividad económica significa un costo más, que no debería incrementarse si se quiere obtener una buena rentabilidad, empero no entran en cuenta que a nivel macro el salario se constituye en el motor de la economía en general; por lo que en este caso la ecuación es muy sencilla, el incremento de salarios o al pagar doble aguinaldo, incrementa el poder adquisitivo de la gente, lo que incrementa la demanda interna, que da como resultado mayores ganancias y mayores posibilidades de inversión privada en el país.
Muestras contundentes de lo anterior son por ejemplo los datos que nos refleja el Servicio de Impuestos Nacionales, cuando señala que a pesar de que la recaudación por IDH bajó en 12% en el primer trimestre de esta gestión, en comparación al año pasado, la recaudación general en el país se incrementó en 3% en el mismo periodo, esto debido a los impuestos percibidos en el mercado interno que subieron en 13%. Lo anterior demuestra que el pedir que los salarios no suban o no se pague el doble aguinaldo, es una completa insensatez y un llamado al suicidio empresarial, ya que claramente se puede deducir que se está facturando más porque la gente ahora puede comprar más cosas y por tanto hay más posibilidades de hacer negocio y empresa en Bolivia.
Por lo que para ponerle la cereza al pastel dentro de la descabellada idea de impedir los incrementos salariales en pro del desarrollo empresarial, es más que pertinente traer a colación al célebre autor Eduardo Galeano cuando escribe lo siguiente: “Al fin del milenio, el mundo al revés está a la vista: es el mundo tal cual es, con la izquierda a la derecha, el ombligo en la espalda y la cabeza en los pies”.
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