Por: Oswaldo Quelali
En el mundo de las finanzas se dice que cuando la marea financiera baja, se sabe quién estaba nadando desnudo. Es decir, que cuando se retiran los abundantes flujos de capital, los problemas macroeconómicos salen a flote. La coyuntura internacional de menor liquidez y bajos precios de los commodities ha descubierto las debilidades de varias economías latinoamericanas, y esto se ha reflejado en la depreciación más o menos generalizada de los tipos de cambio desde mediados de 2014 y el primer semestre del presente año.
La extrema dependencia de los flujos de capital impulsa a las monedas a depreciarse cuando los dólares no llegan o cuando se esfuman. La intensidad de esta depreciación fue heterogénea en la región, que además de factores exógenos responde a factores estructurales de cada economía. Asimismo, las expectativas sobre el tipo de cambio han jugado un rol sustancial. Al igual que la cotización de las acciones de Microsoft baja cuando se difunden noticias pesimistas sobre sus proyectos, los tipos de cambio responden a cualquier información relacionada con la evolución del valor de las divisas en el futuro.
Bajo este panorama, los recientes anuncios del aumento de las tasas de interés por parte del banco central de EEUU (Fed) han revelado varios nudistas en las playas de América Latina. En particular, el real brasileño sobrellevó una fuerte volatilidad y la mayor depreciación en la región (18,6% en lo que va del año), influenciado por una elevada inflación, el gigantesco escándalo de corrupción en Petrobras y la contracción de su economía. En Perú, el mantenimiento de abultados déficits en cuenta corriente (4,1% del PIB en 2014) contribuyeron al debilitamiento de su moneda. En el caso de Uruguay la persistente inflación (8,5% a junio y la tercera más alta en Sudamérica) empujó a la depreciación. Argentina tuvo que recurrir a estrictos controles cambiarios para detener y controlar la depreciación de su moneda considerando sus bajos niveles de reservas internacionales (6% del PIB). Venezuela hace rato que anda nadando desnudo tanto en lo político como en lo económico.
En contraste, y a pesar de la baja de los términos de intercambio, en Bolivia el tipo de cambio se mantuvo estable durante los últimos cuatro años resguardado por el elevado nivel de las reservas internacionales (44% del PIB), que funge como colchón económico, la inflación está controlada, el aumento de la inversión pública juega un rol preponderante, y para el presente año se proyecta el mayor crecimiento en la región, según organismos internacionales. En este contexto, la estabilidad del tipo de cambio refleja de alguna manera la solidez macroeconómica del país, de allí que suenen muy irresponsables y prematuros los repetidos anuncios a favor de una devaluación de nuestra moneda.
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