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jueves, 31 de diciembre de 2015

De Incitatus a Petardo

Por: Carlos Tudela Ocampo
Desde su fundación, la vida política de Bolivia se ha caracterizado por el acenso al poder de líderes que basaron su accionar en el reconocimiento informal de sus liderazgos por parte de las multitudes, las que en su momento depositaron en éstos su interés conjunto para que resolviese sus problemas. Estos líderes fueron quienes se disputaron la silla presidencial a lo largo de la historia, siendo muchos los partidos políticos que se organizaron en torno a la popularidad de sus caudillos, careciendo efectivamente de un programa para acceder al gobierno.

En esta lógica histórica, llama la atención cómo en la actualidad los opositores al oficialismo ya no pretenden organizarse sobre las bases de una ideología, un programa de gobierno, o siquiera en torno a un caudillo que sea el eje catalizador de sus postulados, sino que, ante la ausencia de ese liderazgo y de líneas ideológicas, se mueven en torno a un disparejo listado de intenciones y espejismos mediáticos, tomando como bandera la icónica imagen de un perrito vagabundo que por hambre siguió por varios días una marcha política de protesta, y que más tarde fue bautizado con el nombre de Petardo.

De pronto, se escucha o se lee en los medios de comunicación sorprendentes noticias como: “Parlamentarios opositores distinguen en la propia sede del Congreso a Petardo por su heroica lucha social” o “Petardo, un perro callejero, se ha convertido en el centro de campaña de la oposición”, transformando así a un animalito con hambre en el objeto de una farándula mediática, con paseos por canales de televisión, fotografías de los opositores con el can, entrega de condecoraciones o quienes fueron más extremos y reconocieron a Petardo como “Líder de la oposición”.

Esta perturbada realidad mediático-política ya fue vivida en similares episodios de la historia, como cuando el emperador Romano Calígula nombró senador y más tarde Cónsul de Bitinia a su caballo Incitatus, al cual revistió de condecoraciones, lujos e incluso le dio una esposa humana (Penélope), como fruto de su demencia y su pugna con los senadores. En la misma lógica también el presidente Melgarejo hizo lo propio con su caballo Holofernes, al cual llenó de honores y reconocimientos, lo llevó a vivir al Palacio de Gobierno, lo hizo participar de sus desenfrenadas fiestas y finalmente en su locura lo nombró “General de Bolivia”.

Según lo anterior, serán pues Calígula, Melgarejo y hoy los opositores al oficialismo quienes hagan cíclica la historia, con la diferencia de que mientras Incitatus y Holofernes vivieron sus vidas entre lujos y riquezas, Petardo será solo un “Líder” hasta que los medios y aquellos que explotan su imagen lo consuman en su histeria y lo dejen nuevamente solo y abandonado, como al principio de su historia.

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