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domingo, 13 de diciembre de 2015

La importancia del mercado interno

Por: Jaime Durán Chuquimia
El neoliberalismo desprecia el mercado interno, pues cifra sus esperanzas en el externo. Razona así: para insertarse en los circuitos internacionales se necesita "empresas competitivas”, por ello los salarios no deben crecer y debe fomentarse la liberalización del mercado de trabajo. Consideran que dado el escaso margen de ahorro de los países, únicamente la inversión extranjera es capaz de generar crecimiento. Bajos salarios generan un pequeño mercado interno, lo cual hace que la pobreza persista.


Juan Antonio Morales (JAM), en un reciente artículo, no oculta su desprecio por el mercado interno. Antes insistía machaconamente que el crecimiento boliviano de los últimos nueve años dependía únicamente de los altos precios de materias primas. Tras recibir un duro revés de la realidad, ahora afirma que "si la economía ha mantenido su ritmo, aún después de que el largo ciclo de los commodities terminara, es porque se está financiando el gasto público, corriente y de capital con deuda externa, y agotando las reservas internacionales”. 

Todos los países que han logrado cierto grado de desarrollo lo han hecho fortaleciendo el mercado interno. Los bienes y servicios que produce una economía en expansión deben venderse, para ello se debe realizar una adecuada combinación entre los mercados interno y externo. En un país pobre el más importante de ambos es el interno, porque si el ingreso per cápita crece, las empresas domésticas venden más y, por tanto, aumenta su ganancia e inversión. 

Mayores ingresos permiten la reducción de la pobreza y el fortalecimiento de la clase media genera una mayor capacidad de consumo que activa un círculo virtuoso de desarrollo. No es casual que la moderna discusión económica se centre en la redistribución del ingreso.

JAM considera que en Bolivia el mecanismo anterior no funciona por el grado de apertura de la economía. Argumento nada nuevo, pues en 1999, por la misma razón, dejó que el país se hundiese. Los datos para 2014 muestran que las importaciones llegaron a 10.493 millones de dólares, de los cuales 83% corresponden a bienes de capital y productos intermedios y únicamente el 17% a bienes de consumo. Por tanto, no es verdad que un mayor gasto público beneficie a las economías externas.

Se lee mecánicamente la situación actual con ojos neoliberales. Antes Bolivia no ahorraba lo suficiente, por eso debía acudir al financiamiento externo para cubrir la inversión pública (que no superaba los 600 millones de dólares anuales). En cambio, ahora, gracias a la nacionalización y al potenciamiento del aparato productivo, Bolivia es un país que ahorra el 20% del producto (2014). En 2016 se prevé una inversión pública de 6.395 millones de dólares: 80% financiado con recursos internos y únicamente 20% con externos. A futuro se prevé acudir a la deuda externa, pero no porque la "necesidad tenga cara de hereje”, como ingenuamente piensa JAM, sino para acelerar el crecimiento económico y sacar a más bolivianos de la pobreza extrema. Financiar gasto corriente con créditos estaba bien para los tiempos neoliberales, esa sí era una necesidad. Si Bolivia contratará créditos es para crecer más allá del 5%, basada en un sólido plan de desarrollo.

La economía no funciona exactamente como el libro de texto. JAM asume equivocadamente que el tipo de cambio es fijo y, por ende, no hay política monetaria. Imagina que la tasa de interés internacional y la libre movilidad de capitales tienen un alto impacto en la economía boliviana. En realidad, la tasa de interés boliviana no se presta a juegos especulativos internacionales, de ahí que el margen para que el Banco Central pueda definir la cantidad de dinero en circulación es amplio; por tanto, la política monetaria es vigorosa en el país. Un profesor de macroeconomía debería saberlo.

Hubiese sido un tremendo error no apostar al mercado interno. En 2014 el crecimiento fue de 5,5%, las exportaciones netas cayeron en 1,6%, mientras que la demanda interna se expandió en 7,1%. De continuar el modelo neoliberal en Bolivia, la crisis sería generalizada, como lo fue a principios de siglo. Afortunadamente se cambió el modelo.

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