Por: Marcelo Montenegro (*)
En un artículo escrito por Paul Krugman el 20 de julio de 1998 en el magazine Fortune, titulado “oferta, demanda y comida inglesa”, explica que en Inglaterra y especialmente en Londres (ícono del capitalismo industrial y de las ciudades más importantes para los negocios en el mundo), la comida no era nada agradable, y que ello había sido así desde principios de 1800 hasta mas o menos mediados de los años 80, y que luego, algo extraordinario sucedió, dando un giro sin precedentes y provocando una agradable sorpresa, pues en una visita reciente Krugman había comprobado la renovada y deliciosa comida inglesa, ¡las mejoras eran notables!
La pregunta es ¿cómo fue que la cocina inglesa llegó a ser tan mala y por tanto tiempo?, y la respuesta que da Krugman, es que en el proceso de auge del desarrollo industrial londinense, lo importante para las familias y personas era estar cerca de ese gran centro productivo y la calidad de la comida se subordinaba a ese elemento, preparar una buena comida campestre con todos los ingredientes y aderezos era sencillamente costoso, además no existían comodidades como ser refrigeradores, microondas, hornos y demás ingredientes.
Pero ya en la década de los 50, los avances tecnológicos permitían a los londinenses contar con todas las comodidades necesarias para preparar comidas tan agradables como les fuese posible; sin embargo, ya se habían acostumbrado a comer comida insípida y no eran exigentes con ello, habían bajado sus expectativas en el deseo de tener una comida más agradable o simplemente no la conocían. Todo esto fue así hasta que la inmigración permitió que se abriesen restaurantes con comida diferente y a partir de cierto punto ello fue un elemento que se auto reforzó y permitió a que sigan llegando más inmigrantes y siga aumentado la cantidad de restaurantes con diversidad de mejor comida en Londres.
La enseñanza económica de lo relatado por Krugman, radica en que si bien los mercados generalmente pueden constituirse en mecanismos adecuados para maximizar el bienestar individual y también el social a través de la interacción de la oferta y la demanda, a veces, puede suceder que ciertos mercados queden atrapados en malos equilibrios donde las cosas buenas no son demandadas, porque nadie las ofrece o no hay el suficiente mercado; o viceversa, un buen equilibrio puede deshacerse por una competencia destructiva que acaba ofreciendo un producto más tosco y de mala calidad pero a menor precio.
Aprovecho esta historia de Krugman, para reflexionar sobre el problema actual del transporte público de la ciudad de La Paz y El Alto, está demás señalar que nuestro sistema de transporte público es deficiente, de pésima calidad y que refleja el atraso de modernidad con respecto, no vamos a compararnos con ciudades como Vancouver o Sao Paulo, basta con mirar a otras como: Lima, Santiago o Bogotá, que sí bien tienen problemas de congestión vehicular, sus sistemas de transporte funcionan con todas las imperfecciones que se les pueda encontrar, pero tienen características básicas que los hacen deseables: son ordenados, tienen márgenes de demora tolerables y razonables a las horas pico y son relativamente seguros.
Porqué entonces las paceñas y los paceños hemos soportado por más de 25 años un denigrante y magro sistema de transporte público (minibuses a la cabeza) y del cual también hemos sido cómplices confesos, y creo que parte de la respuesta está al igual que la mala comida londinense, en que nuestras expectativas como ciudadanos, de ambicionar algún día, un decente sistema de transporte, se han limitado por decir lo menos, y no tenemos una perspectiva de una mejora real de este servicio y aplicamos el dicho, “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”, y terminamos atrapados en un pésimo y perverso equilibrio.
Equilibrio que hasta hace poco tiempo atrás tendía a mantenerse, ya sea porque no existía ninguna propuesta de una mejor oferta de servicio de transporte masivo de calidad y porque hay un grupo que se ha beneficiado años de años de estar obteniendo rentas a costa del usuario y la mayoría de los usuarios así se los hemos permitido y obviamente no querrán perder esas rentas (los transportistas de minibús con la baja productividad y bajo valor agregado que pueden brindar, se dan cuenta que si pierden esta chamba es su fin!!) tampoco los usuarios hemos dado señales claras de que deseamos demandar un mejor servicio, la suma de todos estos elementos nos han entrampado en ese infame equilibrio.
Hay que anotar que, este equilibrio estaba ligado a la competencia destructiva en el mercado del servicio de transporte de minibús (muy poco faltaba que alguien habilite en el techo o parrilla del minibús sillitas desplegables y se cobre 0,50 de Bs. por trasporte al aire libre) y a partir del ajuste fallido del precio de los hidrocarburos, los transportistas coludieron y nos encapsularon aún más en este sistema de transporte de mala calidad y peligroso!, ahora ya no existen cobradoras o cobradores y son los pasajeros quienes abren y cierran las puertas actúan de cobradores, llegando al abuso máximo del monopolio que nos podamos imaginar!
Sea cual sea la razón de nuestra inacción y dejadez, se hace urgente que se inicie un giro radical para mostrar que la paceña y el paceño y todos los que por distintas circunstancias somos vecinos de nuestra ínclita ciudad, podemos acceder a un servicio de calidad, y cuando sepamos lo que ello implica, varias personas empezaran a demandarlo masivamente y se irá reforzando un nuevo, mejor y virtuoso sistema de transporte público!
Que el reto de transformar es difícil sí lo es! y más aun cuando nos hemos visto caer en varias batallas por ordenarnos, como peatones, u ordenar a los transportistas, invocando en ellos una actitud de servicio digno, ya ni hablemos de calidad de servicio. Guerras perdidas por la desidia y desinterés o falta de capacidad de varias y varios alcaldes, que no tuvieron la voluntad de hacer una reingeniería del sistema de transporte, el resultado es que se perdieron más de 20 años, poniendo parches al asunto, desde la pantomima de una semana con el Chaza y su megáfono en la Pérez Velazco, queriendo poner en las horas pico, orden a lo caótico, sin un método y sin un plan, hasta el bien intencionado sistema de cebras, que no puede ocultar un problema que ya es de proporciones considerables; sin embargo, el reto es posible iniciarlo y hay que hacerlo con urgencia.
Ahora bien, una última y necesaria reflexión! si vamos a tener un mejor sistema de transporte, es necesario estar conscientes que puede implicar una mayor erogación de dinero a la hora de recorrer las mismas distancias, pero se deberían compensar con más calidad, puntualidad, mayores frecuencias, cobertura, y seguridad y si hacemos un ajuste de cuanto estaríamos dispuestos a pagar o calculamos la variación equivalente por eliminar todos los vicios y externalidades del sistema actual, en términos de una mejora de ahorro de tiempo, mayor seguridad, una convivencia más armoniosa, entre otros aspectos, entenderemos que hoy el 1,50 Bs. solo constituye el pago monetario por subirnos al minibús y no el verdadero costo real, que definitivamente es mucho más alto!
Entonces debemos ser consistentes al apoyar esta reforma, e informarnos como ciudadanos responsables sobre lo que implica el costo de esta reforma en el servicio de transporte público en la ciudad de La Paz, y no suframos de “ilusión fiscal” al creernos que todo esto es gratis, no lo es, nada en la vida lo es, y por ahí muchos creen que el nuevo sistema de transporte público va ser como mana cayendo del cielo, de ninguna manera; pero si va ser más barato que el actual sistema de transporte (si ajustamos correctamente el pago monetario por el riesgo, desahorro de tiempo, entre otras externalidades negativas) ¡ojala que a futuro no nos demos la vuelta!¡ y digamos que preferimos este pésimo sistema al nuevo, por lo tanto seamos coherentes en nuestras decisiones, hagámoslo por vivir mejor y no en enlatados y que nadie se aproveche al extremo de su poder monopólico de quitarnos la perspectiva de que existen mejores alternativas que la que ellos nos ofrecen.
(*) Es Economista
Publicado en La Época el 23/05/2012
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