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jueves, 21 de mayo de 2015

Devaluación, deflación, crisis económica y Pepito

Por: Pablo Cachaga Herrera
Érase una vez, en un aula universitaria, uno de los profesores más antiguos de la academia daba clases magistrales sobre devaluación, deflación y crisis económica, al finalizar la clase no se dejaron esperar las interrogantes de los inquietos alumnos.

Memo Hérdez, un alumno terriblemente dedicado al estudio preguntó: Profe, la semana pasada uno de sus colegas nos dijo que los países vecinos están devaluando sus monedas y que nosotros deberíamos hacer lo mismo.

El profe respondió: Por 20 años nuestra economía vino devaluando su moneda (1986-2005), de 1,90 a 8,09 (bolivianos por dólar), y en ese periodo no se observó indicios de una mejora en las condiciones económicas del país. Es cierto que nuestros principales socios comerciales, Brasil y Argentina, depreciaron y devaluaron su moneda entre enero de 2014 y abril de 2015 en 24,8% y 35,7%, respectivamente; sin embargo, este comportamiento se debe a que sus economías están debilitadas por varios factores.

En el caso nuestro -mencionó con énfasis-, se tiene una suerte de colchón económico para hacer frente a shocks internacionales en el corto y mediano plazo, ya que nuestro nivel de reservas internacionales alcanza al 44% del PIB. También se consta de cuantiosos recursos en caja y bancos de los gobiernos subnacionales, entre otros.

Además -puntualizó el profe-, la devaluación de la moneda nacional incrementaría el uso de dólares en la economía. A lo que, Alan Brito Delgado, un alumno suspicaz, preguntó: ¿Pero eso en qué nos afecta? El profe le manifestó: Si la mayor parte de la economía está en nuestra moneda se brinda un margen de maniobra mucho más amplio al Banco Central para controlar la inflación e impulsar la actividad económica. 

Por ejemplo, si hoy se quiere estimular la actividad económica, el Banco Central cuenta con un saldo de títulos en bolivianos cercano a 22.679 millones de bolivianos que fácilmente pueden ser inyectados a la economía de forma gradual, después de descontados los vencimientos.

Susana Horia, una alumna acostumbrada a examinar revistas de organismos internacionales, le preguntó al profe: ¿Por qué dicen que tenemos el tipo de cambio superfijo? El profe, algo sorprendido, le dijo: Si bien en nuestro país el tipo de cambio se mantuvo estable en los últimos años, esto no quiere decir que sea superfijo, ya que dentro de la banda de tipo de cambio de compra (6,86, y de venta, 6,96) se observa una fuerte variabilidad de las transacciones realizadas en las instituciones financieras, lo que demuestra que existen movimientos en el tipo de cambio, pero dentro de ese intervalo. 

Ya eran las 9:59, los alumnos afanados se alistaban para salir al receso, pero a lo lejos se observó levantar una mano y se escuchó una voz que decía: Profe, tengo una consulta. Todos miraron con antipatía al alumno susodicho. Era Pepito Armando Hoyos, que en manos tenía un periódico y preguntó: Profe, ¿por ahí comentan que hay deflación por culpa de la devaluación de nuestros socios comerciales y que éste sería un síntoma de la crisis económica venidera? El profe, algo ansioso por no poder salir a comer sus salteñas de media mañana, respondió: No. Primeramente -explicó-, la "deflación” es la caída generalizada y sostenida de los precios, que se prolonga durante varios períodos (al menos dos trimestres, según el FMI), y no cuando sólo se registra un mes de variación negativa del Índice de Precios al Consumidor (IPC) (marzo de -0,49%).

Además, recordó que desde la gestión 2000 a la fecha, en 31 ocasiones se registraron tasas negativas del crecimiento del IPC mensual sin que esto conlleve a procesos deflacionarios. Asimismo, mencionó que no podemos relacionar fácilmente la variación negativa de un mes del IPC con una crisis económica. Esto sería muy prematuro y existiría un problema de causalidad. Además, el resultado del IPC en el primer trimestre de esta gestión en parte se debe a la clara posición contractiva del Banco Central, que absorbió de la economía cerca de 4.000 millones de bolivianos mediante diferentes instrumentos de regulación monetaria.

Ya acabado el tiempo del receso, y resignado porque no pudo disfrutar de las salteñas de la caserita de la esquina, el profe concluyó que, por el momento, la devaluación no es la solución, debido a que no funcionó en el pasado. Remarcó que hoy nuestro país cuenta con muchas más fortalezas para soportar escenarios internacionales adversos. Además, le pareció muy precoz llamar a la variación negativa de precios del mes de marzo como "deflación” y, por demás imaginativo, relacionarlo con el inicio de la crisis económica.

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