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martes, 11 de noviembre de 2014

El brindis del economista

Por: Sergio Pablo Garnica Pantoja
Las justas electorales son el mejor pretexto para la autocrítica, las reflexiones, en fin, la búsqueda de la catarsis que nos permita ser fiscalizadores ante un nuevo gobierno, pero sin dejar de lado las ilusiones y esperanzas de un mejor futuro. Exacto, vemos las elecciones en dos momentos, la primera, una introspección de lo que nos dejó el Gobierno que pronto pasará a engrosar nuestra memoria, y el otro momento captura nuestros deseos. En las siguientes líneas trataré de hacer una breve reflexión del crecimiento económico de este vertiginoso periodo llamado “proceso de cambio” y qué deberíamos esperar para el periodo 2015-2020.

Comenzaré haciendo eco de las múltiples noticias del exterior, destacando el desempeño económico del país. El último boletín del Fondo Monetario Internacional anunció que el PIB de Bolivia crecerá el 5,2% a final de año, muy por encima del crecimiento promedio de América Latina, que se estima estará en torno al 1,3%. A su vez, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) señala que Bolivia encabeza el ranking de crecimiento acumulado previsto entre 2012 y 2015. El país presentará una expansión del 24,1% a fines del próximo año. Detrás aparecen Perú (22,1%), Paraguay (22%), Colombia (19,2%) y Ecuador (18,8%).

Para muchos economistas el crecimiento boliviano encuentra su correlato en el precio de las materias primas. Existe amplia evidencia empírica a favor entre el precio de las exportaciones y el crecimiento económico. Pese a ello, hay que cuestionarnos si los anteriores gobiernos, respaldados en los precios internacionales, hubiesen tenido los pantalones para nacionalizar Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), decisión tan incuestionado en las últimas elecciones; si hubiesen podido bajar los niveles de pobreza extrema de 38,2% en 2005 a 21,6% en 2013; si hubiesen podido reducir la desigualdad entre el 10% más rico y el 10% más pobre de 128 veces a 46 en 2012; si los depósitos en el sistema financiero habrían crecido 273,6% entre 2005 y 2013; si la inversión extranjera hubiese alcanzado un nivel histórico de 2.030 millones de dólares el año pasado, si habríamos tenido superávit fiscal ocho años consecutivos, si hubiésemos obtenido legitimidad y estabilidad política...

Al menos yo no les doy esos poderes per se a los precios internacionales. De lo que sí estoy consciente es del poder del voto, y que para el periodo 2015-2020 tendríamos que esperar y demandar una mejora en los indicadores de salud: Bolivia ocupa los últimos lugares en la región en varios indicadores de este ámbito. Asimismo deberíamos demandar mejores condiciones en educación: ya no se trata de dejar atrás el analfabetismo, sino dejar de ser analfabetos técnicos (para eso es necesario dar incentivos a la ciencia, investigación y tecnología, y así ponernos a competir con el mundo); completar la fase de industrialización de los recursos naturales; dejar de ser una economía de base chica y exigir seguridad ciudadana en sus diferentes facetas. Cada lector tendrá sus demandas, ilusiones o esperanzas para una mejor Bolivia, éstas son las mías.

Como podrán darse cuenta, hay fundadas razones para alzar las copas y brindar por Bolivia. No obstante, hay que ser prudentes y, al menos los economistas, no deberíamos emborracharnos con las cifras, más bien, debemos concentrarnos en la Bolivia que se viene.
 

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