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lunes, 16 de abril de 2012

La necesidad de una política salarial y de empleo


Por: Jaime Durán Chuquimia (*)
En la situación presente ningún economista se atrevería a hablar de recesión en Bolivia. De hecho, actualmente está en debate los problemas relacionados al desarrollo. Lejos han quedado los tiempos en los que el fantasma del desempleo rondaba, ahora se discute como lograr que más bolivianos abandonen la pobreza.

En este camino el crecimiento de la producción ha sido impresionante. En 2005 el valor producto interno bruto (PIB) nominal era de USD9.574MM, en 2011 llegó a USD23.363MM. En un escenario así es natural que exista una disputa por la distribución del excedente. Las reivindicaciones salariales deben entenderse en este contexto.

En Latinoamérica en general, y en Bolivia en particular, durante muchos años persistió una distribución inequitativa del ingreso. En los últimos periodos se ha reducido considerablemente la pobreza y se ha mejorado los indicadores de distribución del ingreso.

En tal camino considero que es correcto el camino elegido por el Gobierno al proponer una elevación del 15% al valor del salario mínimo. El gráfico adjunto muestra lo que ha ocurrido en los últimos años.
El incremento nominal del salario mínimo nacional ha sido de 30% entre 2000 y 2005. Sin embargo, descontando la inflación (incremento de precios) en términos reales llegó a 12%. En cambio, entre 2006 y 2011 el incremento nominal fue de 66% (se pasó de Bs500 a 815) lo que en términos reales significa 25% de incremento de la capacidad adquisitiva de los trabajadores. Casi el doble que el quinquenio anterior.

Se pretende en 2012 aumentar el salario mínimo nacional en 15% y llegar a Bs937. Se puede argumentar que este monto es insuficiente para cubrir una canasta básica familiar. Sin embargo, es importante considerar que existe una estrecha relación entre el salario y su fuente de sustento que es la producción. Una  economía debe cuidar este equilibrio ya que en última instancia lo que se distribuye es el producto. Por tanto, la única manera de incrementar los salarios es creando más productos. De ahí que una orientación adecuada de las reivindicaciones laborales debería apuntar más a la creación de fuentes de trabajo antes que concentrarse excesivamente en aspectos salarialistas.

Una adecuada política salarial debe apuntar a un proceso de transformación integral de todo el mundo laboral. No parece correcto que únicamente dos sectores (salud y educación) sean los privilegiados. Obsérvese que en términos reales el crecimiento de los salarios del sector público entre 2006 y 2011 llegó a 5,4%, mientras que en el caso del sector privado existió una caída de casi 10%.

En el sector público hay un gran peso de los trabajadores en salud y educación. Mientras que entre 2000 y 2005 el incremento nominal acumulado fue de 30% entre 2006 y 2011 llegó a 53%. Es decir, se privilegia a un par de sectores y se deja atrás al resto.

Tampoco parece aconsejable que frente a este panorama se incremente con desmesura los salarios en el sector privado. Debe recordarse que las estructuras de costos de las empresas son variables y prácticamente es imposible conocer con precisión el salario de equilibrio.

La solución más práctica es elevar el salario mínimo. Con esto se logra beneficiar a los que ganan menos. Asimismo, es más fácil establecer mecanismos de control ya que para el Ministerio de Trabajo resulta menos dificultoso averiguar si alguna empresa está pagando menos del salario mínimo.

Adicionalmente hay ventajas asociadas al mínimo nacional. Una de ellas es que varios bonos se calculan con arreglo a este monto por otro lado el subsidio de lactancia se calcula con base a este monto.

Reducir la lucha obrera a aspectos meramente salariales es un retroceso. Para no caer en ello quizás sea bueno rescatar algunas de las conclusiones del “1er Encuentro Plurinacional para profundizar el cambio” realizado en Cochabamba en enero de 2012. Más allá de las connotaciones políticas del evento creo que lo que importa es el espíritu de sus conclusiones. Resalto cuatro.

Una de ellas indica: “Invertir es el mejor camino para generar mayor producción y por ende más empleo digno, por tanto, las organizaciones económicas comunitaria, social cooperativa, estatal y privada deben buscar invertir más”. Aspecto que apunta directamente a generar mayores empleos y comprender con claridad que lo que importa es constituir empleos productivos.

Otra señala: “Eliminar en la práctica la discriminación laboral, salarial, urbano - rural hacia las mujeres. A igual trabajo igual remuneración. Las mujeres aportan en los hogares, en el área rural trabajando incluso más horas que las establecidas por Ley. Se requieren políticas de responsabilidad compartida que se traduzcan en acuerdos para realizar acciones afirmativas a su favor”. Espíritu que muestra un profundo compromiso con los sectores tradicionalmente excluidos. 

La tercera señala: “La política salarial no solo debe tomar en cuenta a salud y magisterio, se debe pensar en todos los bolivianos. El Estado debe actuar como el “buen padre” que actúa pensando en el bienestar colectivo. La estabilidad macroeconómica es un patrimonio de todos los bolivianos”. Cuestión que es esencial pues es momento de considerar que el mundo laboral trasciende la existencia de estos dos sectores.

Finalmente otro aspecto a rescatar es el que indica que todo lo señalado debe apuntar a “Construir de manera corresponsable y participativa una política nacional de empleo, destinada a mejorar las condiciones de asalariados y no asalariados, y el cumplimiento de derechos laborales que recoja las aspiraciones de todas las trabajadoras y trabajadores”.

No creo que el mejor camino sea la exclusión de actores en la discusión. El momento actual exige una amplia participación de todos los involucrados. Esto permitirá un acuerdo de largo plazo que permita mejorar sustantivamente las condiciones del mundo laboral

(*) Es Economista
Publicado en La Época el 16/04/2012

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