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viernes, 13 de abril de 2012

La independencia del Banco Central

Por: Jaime Durán Chuquimia (*)
Se ha instalado un interesante debate acerca de la independencia del Banco Central. Un reciente artículo de Juan Antonio Morales (Página Siete 03/04/2012) apunta a señalar que “quitarle la independencia al BCB afectaría negativamente a las condiciones de la colocación de los bonos en los mercados financieros internacionales”.

Más allá de la “disquisición escolástica” entre independencia, autonomía o autarquía, dicha cuestión es más bien un asunto práctico y se refiere a las posibilidades reales de un Banco Central de ejercer y administrar la política monetaria.
Entre 1985 y 2005, la economía boliviana se encontraba dolarizada. Poco importaba si era “independiente” o no. Fue el propio Juan Antonio Morales, quién puso en evidencia esto en un célebre debate en 2001 (Revista de la Sociedad Boliviana de Economía Política, Volumen II) cuando decía: “¿Por qué el Banco Central no ha creado una política más anticíclica para contrarrestar la recesión? Simplemente tenemos una sencilla razón: No podemos… no tenemos control por la gran dolarización que existe en el país”. De ahí que “la prohibición, como regla general, que tiene el ente emisor de otorgarle préstamos o garantías al sector público” no era más que la legalización de un hecho impuesto por la propia dolarización que existía en ese entonces.

En la época neoliberal, la elección de directores y presidente que garanticen su continuidad con independencia del poder político no fue otra cosa que un bonito adorno que fue gráficamente desconocido cuando así lo quiso el Poder Ejecutivo.


En octubre de 2002, el Banco Central decidió ampliar la diferencia entre el tipo de cambio de venta y el de compra del dólar en 6 centavos. Al poco tiempo de promulgada la medida, el Dr. Morales “fue convocado a Palacio, tras reunirse por tres horas con el entonces presidente de la República, Gonzalo Sánchez de Lozada, le pidió —rompiendo la estructura de la relación entre el Poder Ejecutivo y el Banco Central— que revierta el nuevo criterio para definir el tipo de cambio para compra y venta del dólar en Bolivia. Y tuvo que hacerlo e informarlo en menos de 15 palabras” (Bolivia.com 25/10/2002). ¿Mostró esto la independencia que ahora se reclama?


Es curiosa la relación que el Dr. Morales establece entre independencia y la situación de colocación de bonos soberanos. En todo caso es importante recordar que cuando supuestamente el Instituto Emisor era autónomo poco pudo hacer para mejorar el ‘riesgo país’. En efecto, en abril de 2003, la agencia Moody’s “rebajó la calificación de riesgo para la deuda boliviana debido a la alta dolarización de su sistema bancario” (La Prensa, 2003). En un comunicado, la agencia explicó que “la rebaja refleja la opinión de Moody’s de que en un país con un sistema bancario muy dolarizado como Bolivia, el retiro masivo de depósitos parece coincidir, preceder o predecir la interrupción de pagos de la deuda denominada en moneda extranjera”.


Como se ve, el aspecto central siempre fue la elevada dolarización. En una situación así era previsible que los inversionistas extranjeros desconfíen de la frágil economía nacional. De hecho, en los gloriosos tiempos neoliberales era común sostener que si no fuera por la ayuda y las donaciones (que ostentaban el casto nombre de “créditos no reembolsables”) Bolivia se derrumbaría.


Muy diferente es la situación actual: La dolarización se ha visto fuertemente reducida y el nivel de reservas internacionales elimina cualquier posibilidad de riesgo cambiario. En tal sentido no es correcto cifrar la estabilidad en una supuesta independencia que en los hechos nunca existió.


No se pretende convertir al Banco Central en la “caja chica” del Órgano Ejecutivo. En todo caso se busca construir un mecanismo de coordinación que permita establecer metas conjuntas. Así es como funciona en los hechos el Programa Fiscal Financiero suscrito entre el Ministerio de Economía y Finanzas Públicas y el Banco Central de Bolivia.


Programa cuyo cumplimiento es uno de los soportes más sólidos para la emisión de bonos soberanos.

(*) Es Economista
Publicado en El Cambio el 13/04/2012

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